Los pueblos preincaicos conocían su ubicación
Los Quitu-caras tenían noción de estar en la mitad del mundo. Esto lo definieron durante sus observaciones astrológicas y crearon varios puntos para marcar el centro, por ejemplo, Cochasquí, Catequilla y Pundachi.
Para los habitantes de la línea ecuatorial, los rituales de la muerte eran importantes. Allí se construían tolas funerarias y habitacionales. Se trata de una especie de cripta de piedra, de unos tres metros de diámetro y otros tantos de profundidad.
Cuando se usaban para los ritos mortuorios, enterraban a sus muertos dentro de vasijas de barro y en posición fetal. Esto para hacer una semejanza con el vientre materno o el comienzo de una nueva vida en el más allá. Dentro de la estructura se colocaban las pertenencias del fallecido para que pudieran acompañarlo a la vida después de la muerte. En algunas ocasiones, las personas con poder eran enterradas junto a sus familias. Se les daba un alucinógeno (extraído del cactus) que los inducía en un trance.
Otro artículo que formaba parte de las ceremonias fúnebres era la spondylus, una concha más valiosa que el mismo oro, incluso que cualquier moneda. Con esta se fabricaban joyas y ajuares mortuorios. Estas piezas eran símbolo de fertilidad y prosperidad en las regiones.