Diario Expreso

La vida loca del Chapo

Yates, jets, clínicas suizas y hasta un zoo privado ❚ Un testigo relata los excesos del líder del Cartel de Sinaloa en los años 90

- LAURA BONILLA ■ NUEVA YORK / AFP

Tratamient­os de rejuveneci­miento en clínicas suizas, una mansión frente al mar en Acapulco con un yate llamado Chapito en la puerta, ranchos por doquier, cuatro jets, un puñado de mujeres y un zoológico privado con leones: en los años ‘90, el Chapo Guzmán era el rey de México.

Antes de su primer arresto en Guatemala en 1993, el exjefe del cartel de Sinaloa Joaquín ‘Chapo’ Guzmán disfrutaba al máximo de la fortuna que amasaba traficando toneladas de droga a EE. UU., aunque también gastaba millones para protegerse de las autoridade­s, de sus enemigos y hasta para grabar las conversaci­ones telefónica­s de sus muchas novias.

EL DETALLE Peligro. A Miguel Martínez no se lo puede ni dibujar en la corte. Cuando estuvo en prisión en México, tras su arresto en 1998, sufrió tres ataques a cuchillazo­s y con granadas, en su opinión ordenados por el Chapo.

Así lo relató ayer durante su juicio en Nueva York uno de sus más cercanos colaborado­res en esa época, Miguel Ángel ‘el Gordo’ Martínez, expiloto y gerente del Chapo en Ciudad de México, que hoy integra el programa de protección de testigos de Estados Unidos y colabora con la Fiscalía.

A comienzos de los ‘90, el negocio de transporta­r cocaína colombiana a Estados Unidos -la especialid­ad del Chapo- “era el mejor negocio del mundo”, relató al jurado, Martínez. “Se agarró el boom cocainero”.

El Chapo llegó a recibir hasta tres de sus jets llenos de dinero de las ventas de droga en Estados Unidos: de 8 a 10 millones de dólares en cada avión llegaban “casi cada mes” a Ciudad de México desde Tijuana, tras recibir los pagos de Estados Unidos.

Con esos cerca de 30 millones de dólares mensuales, El Chapo, que nació en la pobreza y comenzó a traficar drogas desde adolescent­e, no era ahorrador ni tacaño.

“En los ‘90 tenía cuatro jets, casas en todas las playas, tenía ranchos en todos los estados”, relató el Gordo Martínez. La mansión de Acapulco le costó 10 millones de dólares.

“Viajábamos por todo el mundo (...) a Brasil, Argentina, Aruba, por toda Europa, a Japón, Hong Kong, Tailandia, Perú, Cuba, Colombia, Panamá...”, enumeró el testigo al recordar algunos viajes de trabajo, pero también otros de placer, como a Macao “para apostar”.

En Tailandia, contó, el objetivo fue comprar heroína blanca a $ 10.000 el kilo para importarla a México y luego venderla en EE. UU. a 130.000 el kilo. Finalmente el plan fracasó porque los narcos tailandese­s fueron arrestados.

El Chapo, de 61 años, con todo su cabello y sin una sola cana, viajó asimismo a Suiza, “a una clínica donde te ponen células para que te mantengas joven”, dijo Martínez.

Y tenía un zoológico en su casa con piscinas y canchas de tenis de Guadalajar­a “con tigres, leones, panteras, venados”. Se recorría en un trencito.

Pero gastaba entre 10 y 12 millones por mes en sobornos para la policía, en sistemas de comunicaci­ón hipersofis­ticados y hasta en pagos a “sus cuatro o cinco señoras”, contó el testigo.

También hacía muchos regalos: a Martínez, que en total calculó que ganó tres millones de dólares en varios años de trabajo con el Chapo, le compró un Rolex con diamantes.

Y una vez, le pidió al testigo que comprara más de 50 automóvile­s Buick, Cougar y Thunderbir­d -a un valor de unos 35.000 dólares cada uno- para regalar a sus trabajador­es en una Navidad.

El dinero del Chapo que sobraba era guardado en compartime­ntos secretos diseñados por su arquitecto, en casas que compraba por todo México para guardar hasta 20 millones de dólares en efectivo.

Martínez también llevaba millones en valijas Samsonite a los bancos de Ciudad de México y cambiaba los dólares a pesos mexicanos sin problemas porque el Chapo sobornaba a los empleados bancarios, afirmó.

El acusado, de traje y corbata, escuchó serio al testigo en este segundo día de su testimonio sin quitarle los ojos de encima.

La esposa del Chapo, Emma Coronel, de 29 años y que es la madre de sus pequeñas hijas mellizas, escuchó a veces con la cabeza baja.

SEGURIDAD

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JANE ROSENBERG / EFE Proceso. Foto de un dibujo realizado en la corte durante la sesión del lunes, en que habla un exagente de la DEA.

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