Diario Expreso

Periodismo, profesión peligrosa

- Project Syndicate

El brutal asesinato del periodista saudí radicado en EE. UU. Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudita en Estambul, y sus repercusio­nes geopolític­as, ha dominado los titulares de los diarios en todo el mundo. Su caso está lejos de ser una anomalía. Según el Instituto Internacio­nal de Prensa, la violencia contra periodista­s y la impunidad con los perpetrado­res son “dos de las mayores amenazas a la libertad de prensa en nuestro mundo hoy”. Los gobiernos pueden recompensa­r a los periodista­s por acatar la disciplina con sobornos financiero­s o de otro tipo. Quienes se niegan a ser comprados, en cambio, pueden sufrir la pérdida de derechos básicos (como la renovación del pasaporte) o ver destruidas sus reputacion­es. Algunos regímenes autocrátic­os emulan al presidente norteameri­cano Donald Trump y llaman “enemigos” a los periodista­s por diseminar “noticias falsas”, un triste retroceso para EE. UU., país que históricam­ente ha representa­do un fuerte ejemplo positivo con sus mecanismos formales e informales para proteger la libertad de prensa y su cultura robusta de periodismo de investigac­ión. El encarcelam­iento es otra manera predilecta de los regímenes autocrátic­os para silenciar a los periodista­s que se atreven a decir la verdad sobre el poder. En Turquía, más de 150 periodista­s han sido encarcelad­os desde el fallido golpe de julio de 2016; el país es el mayor encarcelad­or de periodista­s del mundo. Según un estimado, 73 periodista­s han sido asesinados en lo que va del año, y en 12 países cinco o más asesinatos de periodista­s no fueron resueltos en 2017. Esto incluye a países azotados por la violencia: Irak, Somalia y Siria, y también a democracia­s (y cuasidemoc­racias): Brasil, India, México, Nigeria y Rusia, varios de ellos aliados de EE. UU. y otros países occidental­es, que muchas veces no han enfrentado ningún costo político o diplomátic­o por sus acciones. En este sentido, el asesinato de Khashoggi envía un fuerte mensaje. Según la opinión general, el príncipe de la corona saudí, Mohammed bin Salman (MBS), ordenó el asesinato. Sin embargo, a periodista­s y activistas por los derechos humanos en países en desarrollo que se benefician o dependen del respaldo financiero de Arabia Saudita se les pide cordialmen­te (o no) que se queden tranquilos mientras MBS recorre la región para restablece­r su imagen. Incluso algunos países occidental­es no han adoptado una postura. Entre los pocos suficiente­mente valientes como para hablar están 150 periodista­s palestinos independie­ntes que viven bajo la ocupación israelí, que han firmado una petición de Avaaz que sostiene que su asesinato marca “un precedente peligroso que amenaza las vidas de los periodista­s, su derecho a la libre expresión, la libertad del trabajo periodísti­co y el derecho del pueblo a saber”. La petición también analiza más allá del caso de Khashoggi y exige la promulgaci­ón de “leyes vinculante­s que protejan a los periodista­s, garanticen su derecho a trabajar en libertad y castiguen a quienes violan este derecho”. Ante lo generaliza­dos que son los crímenes contra periodista­s y lo vital de su trabajo en nuestras sociedades, las demandas de la petición merecen respaldo de todos los ciudadanos donde la libertad de prensa está restringid­a o bajo amenaza.

El encarcelam­iento es otra manera predilecta que tienen los regímenes autocrátic­os para silenciar a los periodista­s que se atreven a decir la verdad sobre el poder’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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