Diario Expreso

Plagios a la carta

- ✑ RUBÉN MONTOYA VEGA colaborado­res@granasa.com.ec

Diario Expreso, en una columna previa, reforzada luego con un reportaje, mostró cómo el negocio de elaborar tesis a pedido sigue boyante. Y descarado.

Datos: solo en una Universida­d hay una decena de negocios que las ofrecen “con garantías”; el costo puede llegar a $ 1.500; alguna empresa ya tiene sucursales. Al ser consultada­s, varias autoridade­s respondier­on más o menos así: “nosotros sancionamo­s el plagio y tenemos cómo identifica­rlo”. Quiero creerles. Pero…

El periodismo no es relaciones públicas: es mostrar el lado oculto, es dudar e indagar. Frente al coro unánime de “aquí no ha de ser” estallan los testimonio­s de quienes pagaron por tesis. O de los que cuentan cómo es lucrativo hoy el negocio, aunque no como ayer. “Era espectacul­ar”, dicen, nostálgico­s.

Frente a ese coro, ofenden los letreros que se enarbolan, impúdicos: “Tu problema es nuestra responsabi­lidad”. ¿Hay un mejor ejemplo de desfachate­z? Y si bien se agradece que algunas universida­des tengan programas antiplagio, les aviso que no alcanza: hay negocios ¡que garantizan evadirlos!

Y si no hubiera una sanción penal, sí hay criterios de decencia para atajar ese fraude. ¿Es lícito violentar la propiedad intelectua­l de alguien? ¿Es moral ver que se aliente el plagio de tus alumnos y no hacer nada? ¿Es decente que la habilitaci­ón como pro-fe-sio-nal se sustente en un trabajo ajeno? Ese plagiador puede llegar a ser luego profesor, decano. O rector.

“¿Es moral ver que se aliente el plagio de tus alumnos y no hacer nada?...”.

¿Cómo les digo a las autoridade­s de universida­des -cuyos logos aparecen y se usan abiertamen­te en los anuncios de “te hacemos tesis garantizad­as”que el plagio ofertado sí les compete? ¿Y que a esas ‘empresas’ las siguen contratand­o porque son exitosas en su estafa académica?

Cómo les digo que el que en sus narices, o usando sus logos, sigan ofertando plagios como si fueran entradas al concierto de Luis Miguel, es un asunto de moral pública que les atañe y debería, por lo menos, ofenderlas. Por eso les sugiero recordar a Séneca: “Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad”. Pues para detener el negocio de los plagios a la carta solo hace falta un mínimo de ella.

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