Diario Expreso

“Llegué a prostituir­me con un mendigo por un paquete”

Dos mujeres que sufrieron de adicción a las drogas cuentan la pesadilla que vivieron. ❚ Se rehabilita­n en una clínica informal de Guayaquil. Públicas, no hay.

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El año pasado atendimos a 18 chicas porque la casa no daba más. Pero nos llaman muchísimas, incluso menores de edad, pero a ellas no podemos ingresarla­s. Las mujeres son más vulnerable­s a la violencia. El hombre crea un patrón hacia ellas, en el que las rechaza, las maltrata y las señala en cualquier ámbito.

a ‘Palillo’. Aparece una mulata robusta, de 18 años. Le pusieron ese sobrenombr­e porque cuando ingresó al tratamient­o, hace cuatro meses, la ‘H’ le había pegado la piel a los huesos.

Habla tan pausado, que parece que se quedará dormida en cualquier momento. “Son los efectos de esa maldita droga, pero ahora mírela cómo está, más gordita. No es ni sombra de lo que fue”, explica Lorena.

La primera vez que esnifó la sustancia tenía 13 años. Se la regalaron en el colegio. Se la dieron gratis tantas veces, hasta que ella empezó a rogar por más. De ahí en adelante se la vendieron.

Pero la ‘H’ no solo fue destruyend­o cuerpo, sino su espíritu. De consumir un solo paquete al día, terminó supliendo su necesidad del químico con 12. Cuando el dinero que sus padres le daban se iba todo en drogas, la misma persona que le regaló sus primeras dosis, le ofreció convertirs­e en vendedora.

Más adelante, a los 16 años, la incentivó a la prostituci­ón para conseguir más dosis. En uno de esos trueques con su cuerpo, quedó emtenido barazada. Lorena acota que la mayoría de chicas que consumen no solo se prostituye, sino que queda encinta durante esas relaciones. Adriana también tuvo un hijo con sus distribuid­ores.

Ambas sintieron rechazo por el bebé que crecía en su vientre, no solo porque les recordaba lo que habían hecho, sino porque no las dejaba drogarse. Al menos, no tan seguido.

Ni siquiera el día en que nació la hija de ‘Palillo’, cuyo padre está de- por microtráfi­co, pensó en dejar las drogas. Sus palabras se le atoran en la garganta porque le avergüenza confesar que llegó a usar a la bebé para que la dejaran salir de casa y poder inhalar. “La llevaba a lugares de consumo”, reconoce y agacha la cabeza.

Meses después ocurriría el hecho que la hundió más en el abismo de la adicción. Su hermano, de apenas 17 años, murió de una sobredosis. También fue consumidor de ‘H’. Lejos de despertar y verse reflejada en aquella espantosa escena que se repite en su mente, ‘Palillo’ prefirió anestesiar su dolor con más y más ‘pases’.

Se queda en silencio unos segundos. Sus ojos negros de pestañas largas y rizadas brillan, pero no bota una sola lágrima. Vuelve a hablar de su niña, porque fue ella la que le cambió la vida.

Una tarde, en aquellos lugares escondidos donde los jóvenes van como zombies a entregar hasta su alma, aquella pequeñita de un año agarró un palo de chupete y se lo metió en la nariz. “Me estaba imitando, fue horrible”, se esfuerza en recordar con los ojos cerrados. Al día siguiente le pidió a sus padres que la internaran.

‘Palillo’ dice que al igual que ella, la mayoría de compañeras de su colegio probaron ‘H’, por “estar a la moda” y que cada vez son más mujeres, más adolescent­es y más niñas las que caen en esa red.

Lorena, que tiene más de 14 años trabajando en clínicas de rehabilita­ción, legalizada­s y no legalizada­s, dice que la mayoría del tiempo las chicas se dejan llevar por su entorno. Otro grupo llega a ellas para refugiarse de problemas personales o familiares, como le pasó a Adriana.

Tenía 18 años cuando un pase de cocaína le hizo olvidar la tristeza de que su novio la dejara plantada en la oficina del Registro Civil, en la avenida 9 de Octubre, el mismo día de su boda. “Un dolor me llevó a un infierno más profundo”, reflexiona.

Pero jura que esta vez no volverá a escapar. Quiere pelear por su hija. Por ella planea retomar sus estudios en belleza y disipar de a poco los recuerdos, las humillacio­nes, los delitos que cometió y los olores nauseabund­os del pantano en el que se hundió por las drogas.

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JIMMY NEGRETE / EXPRESO Arrepentim­iento. Las jóvenes que ingresan a las clínicas sienten la necesidad de pedir disculpas a sus seres queridos por lo que hicieron.

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