El miedo a la xenofobia
ron. ¿Fin? En absoluto. Los agresores lanzaron los colchones y la ropa por el balcón. Prendieron fuego y danzaron alrededor. Sin consciencia. Fue el mayor ataque en Ibarra en contra de venezolanos.
Marcos lleva un año en Ecuador. En ningún momento pensó en regresarse, pero hoy esa idea ronda su mente. Con experiencia en arreglo de cocinas, el hombre no ha podido laborar. No es el único. Alberto vive en el mismo edificio y la noche que entró la turba se escondió debajo de la cama. Nunca se sintió a gusto porque, asegura, a diferencia de la gente de su país, el trato brindado por los ecuatorianos no ha sido el mejor. Piensa marcharse.
Él es socio de una tienda y al contrario a lo que piensan muchos ibarreños, él cree que la llegada de extranjeros y su trabajo genera recursos al país.
Muchos ya se han ido de Ibarra. Álex Estrada, a pesar de las recomendaciones de que se resguardaran, quiere seguir luchando en Ibarra.
Como un verdadero héroe, y dejando el miedo a un lado, ha sacado su bicicleta para ayudar a sus paisanos. Los guía, por caminos sin peligro, hacia la vía principal. Huyen. Se montan en buses hacia pueblos cercanos, y otros hacia Otavalo, Quito o Guayaquil.
En un lapso de dos horas, treinta venezolanos abandonaron la ciudad. Fueron muchos más, concluye Álex. Mientras que en las zonas donde se veía comerciantes venezolanos, están vacías. Están encerrados.
LAS FRASES Hay competencia desleal por parte de los extranjeros. Todos tienen derecho a trabajar, pero de manera regulada. No le estamos quitando el trabajo a nadie. Lo que pasa es que los ecuatorianos son muy territorialistas.