Servir y proteger
EDITORIAL
Servir y proteger a la comunidad es la razón de ser de la Policía. Por eso sorprende su impavidez ante al femicidio ocurrido en Ibarra frente a un marcado cerco de agentes y una multitud desesperada por evitar sin éxito la desgracia, lo que exasperó una vez más esa sensación de indefensión ante el peligro.
La falta de acción policial levantó la indignación ciudadana, pero también las críticas de funcionarios del Gobierno, que consideraron que sí se podía utilizar la fuerza para salvar a la joven ibarreña.
En efecto, según el acuerdo ministerial 4472, “los uniformados solo emplearán armas de fuego con munición letal en defensa propia o de otras personas, en caso de peligro actual, real e inminente de lesiones graves o de muerte, o con el propósito de evitar la comisión de un delito particularmente grave que entrañe una seria amenaza para la vida”.
¿Por qué no actuaron, si estaba de por medio la integridad de una persona? Aunque la respuesta parecería obvia, hay que tomar en cuenta los antecedentes de agentes del orden detenidos por neutralizar delincuentes en un país en el que pagan justos por pecadores.
En efecto, existe el riesgo de que, una vez eliminado el objetivo, la justicia actúe en contra del responsable, sin que el Estado pueda intervenir en ello.
Además se agrega la falta de preparación y entrenamiento de los uniformados en hechos como estos, en los que deben existir los protocolos necesarios para que la intervención sea efectiva. Es que la ley debe ser precisa con el fin de salvaguardar la integridad de
Hay una falta de preparación y entrenamiento para los uniformados en casos extremos, en los que deben existir los protocolos necesarios para que la intervención sea efectiva’.
quien actúa en contra de un delincuente que se convierte en una bomba de tiempo. Ya ocurrió en Posorja, donde tres personas fueron linchadas ante la presencia de la fuerza pública, pero parece que no hemos aprendido la lección.
Es necesario eliminar la disyuntiva entre actuar a la altura de las circunstancias asumiendo todos los riesgos o preferir la inacción para evitar problemas que puedan terminar con una brillante carrera policial.
Cambiar de gobernadores o crear brigadas para controlar a los extranjeros no solucionan un mal que se muestra sistémico. Tanto la Policía como las autoridades judiciales deben emprender acciones para precautelar la seguridad, tomando ejemplos de otros países, en los que el caso habría tenido un desenlace totalmente diferente.