¿Ha muerto el amor?
El jueves 14 se celebrará el día mercantil del amor. Ocasión para ir más allá de la feria de compras-ventas que se han creado con él. Por eso en tiempos de realidades virtuales y posmodernidad, donde lo efímero y evanescente aparece como la constante que devora lo humano y mundano, preguntémonos: ¿ha muerto el amor? ¿O vive sus últimos días, que los milenios invitan a observar como recital y espectáculo social fúnebre? Busquemos respuestas.
La poesía, música y todo lo que involucra arte, sentir, pasión, romance e imaginación no puede responder positivamente. Ni desde la filosofía. A lo mejor la bioquímica reduccionista, con la idea absurda de explicarlo desde el lado oscuro de la oxitocina: la hormona del amor y las feromonas, estará de acuerdo. Sin embargo, a despecho de los creyentes de la muerte del amor hay quienes no pensamos así. La literatura, el teatro y la historia social del erotismo, de los grandes amores que fusionan cuerpo, espíritu, imaginación, deseo, pasión, búsqueda, recuerdos, etc., están en los miles de millones de opositores a la biologización perversa a la que se quiere reducir eso que Octavio Paz denominó “la llama doble”.
Hoy reconocemos que quienes están más autorizados para hablar de esto no son los tecnócratascientificistas. Tampoco los mercachifles que lo reducen a mercancía. Quienes tienen mejor juicio son los que amando saben que cuerpo deseante, espíritu, razón, pasión, música y poesía siempre creen en él. Incluso la filosofía (amor a la sabiduría). Y mejor, los enamorados, amantes y buscadores permanentes de su fuego eterno, que, aunque pueda tener momentos efímeros permanece en música, filosofía, arte, canciones, poesías, relatos y recuerdos.
Hay que recuperar lo hecho por el romanticismo en todos los ámbitos socioculturales: la racionalidad, imaginación, arte, etc. Seguirán ganando por goleada quienes saben que el amor, aunque puede no dar de comer, ayuda a vivir y sobre todo a soportar los avatares de estar en el odioso encanto de lo fugaz y del mundo virtual. Esto significa que suscribo con Ovidio, Romeo-julieta, Neruda y Paz que el erotismo por “la llama doble”, aunque se apague en un lado, se enciende en otro. Por eso renace cada día.