Baches: no todo es culpa de las lluvias
El material, el proceso técnico, las condiciones del suelo y el tráfico de cada calle son factores que influyen en este mal que se repite cada año
Desde que empezó la estación lluviosa, EXPRESO ha recogido las quejas de residentes y conductores, de vivir en una ciudad repleta de huecos que año a año reaparecen en distintos sectores.
Están en la avenida Juan Tanca Marengo o la José María Egas; en la ciudadela Urdesa o en Los Ceibos; o también en el barrio del Salado, en cuya calle Esmeraldas, las cavidades son tan grandes que sirven incluso de criaderos de mosquitos.
En 2018, el Municipio destinó $ 497,2 millones de su presupuesto anual a la obra pública. De ese rubro, $ 99,4 millones se destinaron a pavimentación de calles y obras menores y $ 8,6 millones, a relleno, bacheo y reconformación de calles en sectores populares.
Cuando se toca el tema, el alcalde Jaime Nebot, además de insistir en que hay permanentes trabajos de bacheo, usualmente tiene dos respuestas para buscar una explicación a este problema habitual. La primera: “El peor enemigo del asfalto es el agua”; y la segunda: “el asfalto local dista mucho de tener la calidad que debería”.
Del lado ciudadano también hay intentos de explicaciones. Por ejemplo, Juan Freire, dueño de un expreso que brinda servicio a una fábrica de la Alborada, cree que seis baches que se encuentran cerca del Centro Cristiano de Guayaquil aparecen en el mismo lugar cada año porque la técnica que utilizan para taparlos no es la correcta.
Mientras que Arturo Buendía, quien es taxista desde hace 15 años, culpa, al igual que el alcalde, al “material asfáltico que se usa, que a veces no dura ni tres meses”, algo que ha podido corroborar en sus recorridos.
Estas lecturas no se alejan demasiado de las voces de expertos. El exministro de Obras Públicas José Maquiavelo confirma que el asfalto que se produce en el país eventualmente no cumple con estándares y, tras determinado tiempo, empieza a resquebrajarse. Pero recalca que es responsabilidad de los gobiernos locales velar por el control de la calidad y, de ser ne- cesario, incluso rechazar comprar material de este tipo.
En un análisis del tema, sin embargo, el exfuncionario resalta que la calidad no es el único factor vinculado con la reaparición de los baches. “Es necesario pensar en qué está pasando debajo del pavimento. La culpa no es de la capa solamente. En el país, más del 50 % de las vías tiene deficiencias de materiales de relleno en las bases y sub-bases. Esto también causa que a más de baches, en algunas calles se observen deformaciones”, precisa en respuesta a una consulta de este Diario.
Suma a su lista de porqués la irresponsabilidad de algunos contratistas que retiran el asfalto dañado, lo vuelven a calentar y lo envejecen, acelerando así su deterioro antes de llegar a otra avenida. También, el hecho de que determinadas calles (como la Esmeraldas) fueron convertidas en corredores comerciales o viales y deben soportar un peso vehicular no acorde con su estructura. “Esto último ya es una cuestión de mala planificación urbana”, insiste.
No obstante, no hay que ser tan pesimistas, exhorta el presidente de la Cámara de la Construcción, Carlos Repetto. “La ciudad tiene buena viabilidad. Hay muchas avenidas de hor-
EL DETALLE Sin respuesta. La Dirección de Obras Públicas del Municipio cuenta con un grupo de trabajadores que recorren la urbe y priorizan los baches en peor estado.
migón en Guayaquil: la Francisco de Orellana, la 25 de Julio, la Quito...”. Aconseja, además, no satanizar al asfalto, que es más económico que el hormigón y puede ser utilizado en avenidas con escaso tráfico.
Es lo que hace el Cabildo. Dos o tres veces al mes envía reportes de bacheo a través de su departamento de comunicación (ver recuadro a la derecha). Pero en esta ciudad de 2,6 millones de habitantes, esos esfuerzos parecen no ser suficientes.
En un sondeo informal a través de redes sociales, este Diario recibió quejas como la de Olga Briones, una habitante de la urbanización Brisas del Río, quien afirma que en su sector hay áreas donde los baches parecen cráteres. La situación se replica en la ciudadela Samanes, en el suburbio, Urdesa y, por supuesto, en el centro, como los hoyos que reporta Érika Cárdenas en el puente de la calle Antepara, “que solo hace unos tres meses fue asfaltada”.
El arquitecto y urbanista Felipe Huerta observa que no se están considerando las condi-