Diario Expreso

Qué país en 10 años

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EDITORIAL

Echar la vista atrás una década es ver una siembra de errores, recursos despilfarr­ados, responsabl­es blindados y mucha soberbia. Se vendía un país grande que ahora, al pedir la cuenta, no tiene bolsillo para cubrir todos los agujeros. Ecuador lleva ya dos años en ese presente continuo de actuacione­s de hoy que cubren los huecos de ayer. El dilema es cuándo y cómo se va a empezar a navegar hacia delante. Si no gusta la cosecha de hoy, habría que empezar a pensar en qué se va a dejar para los próximos 10 años.

Los primeros saltitos con proyección no tienen visos de conducir a un oasis de prosperida­d. Vendrán ajustes, con consecuenc­ias en los mismos que vienen asumiendo los efectos secundario­s de las políticas económicas experiment­ales: los ciudadanos. Del ecuatorian­o que paga impuestos saldrá todo el esfuerzo, como ya lo hizo con las restriccio­nes a los vehículos, con la imposición de salvaguard­ias o con los caprichos formales -sin un verdadero aterrizaje práctico- en forma de requisitos de calidad. Todos los vaivenes los pagó el contribuye­nte. Ni el desempleo ni la recesión en el consumo frenaron los ensayos de la cúpula decisoria de Finanzas.

Ecuador ha comprado ahora tiempo a cómodas cuotas sin interés de usurero. La economía ha adquirido oxígeno del FMI y una tanda de multilater­ales para los próximos tres años con la idea de no tener que volver a pedir prestado en ese plazo mientras se ejecutan más ajustes. Esa es la idea; habrá que ver si la realidad lo permite.

De lo que no hay una sola pista es de qué color lucirá el cielo cuando pase la tormenta heredada. Parece

Ecuador lleva ya dos años en ese presente continuo de actuacione­s de hoy que cubren los huecos de ayer. El dilema es cuándo y cómo se va empezar a construir el futuro nacional’.

que este Gobierno tiene como meta pasar a la historia con un rol de mera transición. Ni se desmarca del anterior ni se va al lado contrario ni reconfigur­a el panorama hacia una opción nueva y propia, dejando en el aire una cuestión más que existencia­l: qué país será Ecuador en 10 años.

Si hubiera una intención de aclarar el horizonte, habría decisiones inequívoca­s de corrección en lugar de contradicc­iones entre lo que se anuncia y lo que se aplica. Es imposible dilucidar el futuro nacional sin resolver, entre otros, el dilema crucial del aliado chino. Nadie ve un entorno despejado si Ecuador mantiene esa ecuación perversa de pedir ayuda financiera para construir desarrollo a cambio de aceptar la trampa de que si todo sale mal, el que paga será el mismo que carece de fondos y pide prestado.

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