La piel se vende al final
Cuando el 28 de enero pasado, un exultante Juan Guaidó dijo en Caracas que “Maduro se cae en cualquier momento”, una ola de esperanza recorrió las venas democráticas de América Latina. Quise subirme a ella, pero los hechos, tercos, y un par de fuentes certeras me obligaron a quedarme en tierra.
Sigo ahí. Pasó febrero y no fue tan “crucial” como lo anticipó Guaidó. Y en marzo hay otros datos que conviene poner en contexto.
Nicolás Maduro está débil, sí, pero viene así hace más de un año, agobiado por una inflación alucinante y una escasez de recursos que torpedea sus planes de supervivencia, basados en comprar paquetes de alimentos y venderlos a la población a la décima parte de su valor. O en drenar recursos a las corruptas milicias, regulares o no, que conforman su gigantesca fuerza de choque. O en mantener una enorme masa de burócratas, históricamente leal al chavismo.
Frente a esa debilidad, Guaidó hizo válidos movimientos tácticos, pero lleva también dos tropiezos: la ayuda humanitaria que entraría por las fronteras se quedó en Colombia y Brasil; y su retorno a Caracas fue valiente pero no triunfal, por mucho que los medios vean multitudes donde no las hay y olviden decir que el “gran” recibimiento fue en la Pelucolandia de Caracas, el distrito de Las Mercedes, usual bastión opositor. Es como si Nebot reuniera a 5.000 partidarios en Plaza Lagos… Y de la sangría de deserciones militares, lo que hay es un goteo: no llega al 0,3 % de sus 250 mil miembros.
Los hechos, como dice el periodista Timothy Garton Ash, son subversivos. No podemos acomodarlos a nuestros deseos, por muy justos que sean. Lamento insistir: no está tan Maduro… Lo estará cuando la oposición se una sin fisuras y proteja a Guaidó de convertirse en un nuevo Capriles, o López, o María Corina. Y cuando desde afuera, todos los gobiernos honestos cierren la llave de cualquier flujo de recursos, y algunos se preparen para, esa sí, una colosal sangría: la del nuevo éxodo de hermanos hambrientos que saldrá cuando Maduro ya no pueda subsidiar nada. Mientras tanto, hay que abstenerse de vender la piel del oso. Aún no está muerto.
... Los hechos, como dice Timothy Garton Ash, son subversivos. No podemos acomodarlos a nuestros deseos, por muy justos que sean...’.