Silencio cómplice
EDITORIAL
“Se rumora que el candidato a tan importante cargo de elección popular está implicado en actos de corrupción. Hay denuncias de comportamientos ilícitos en el desempeño de su gestión”. Son aseveraciones que pueden calzar a muchos de quienes aspiran a salir victoriosos en el próximo evento electoral del 24 de marzo, en cualquiera de las provincias del Ecuador. Sin embargo, ninguno de los participantes en estas elecciones seccionales ha impugnado la candidatura de los sospechosos, ni sacado partido de la exposición de los “presuntos” errores de sus adversarios, acciones que sin duda afectarían la imagen del opositor, beneficiando al denunciante con la preferencia en la intención de voto.
A la ya grave ausencia de programas de acción o de propuestas innovadoras y concretas por parte de los aspirantes a alcaldes y prefectos, se suma este mutismo sospechoso ante acusaciones, incluso respecto a aquellas que están debidamente documentadas.
En toda competencia el contendor busca aprovechar -en buena ley- cada oportunidad disponible para aventajar a su competidor. Y cuando se trata de captar la voluntad del votante en unas futuras elecciones, no solo se exponen planes y estrategias, sino que “se lo lleva” a hacer las comparaciones necesarias para poder elegir. En casos más extremos, en los que hay que defenderse de señalamientos concretos, es ineludible la confrontación. Pero, ¿qué pasa en Ecuador, que abundan los secretos a voces y nadie
Ninguno de los participantes en estas elecciones seccionales ha impugnado la candidatura de los sospechosos, ni sacado partido de la exposición de los “presuntos” errores de sus adversarios’.
aclara nada? Solo en la seguridad del anonimato en redes se denuncia, sin las implicaciones legales que exige la realidad.
Pareciera que existe un acuerdo mutuo de no agresión para llevar la campaña en paz, para que no salgan a la luz los traspiés, los “errores de buena fe”, y poder avanzar hacia la meta sin el hándicap del lodo levantado en la carrera anterior.
Haría falta verdadera voluntad política para hacer rendiciones de cuentas voluntarias antes del cierre de campaña y para comprometerse -una vez posesionados en sus cargos- a auditar la situación en que se reciben las prefecturas y alcaldías. Pero para eso es indispensable tener una trayectoria limpia y del modo en que se perfilan las cosas, “shh, shh, nadie lo sabrá…”, como dice un conocido reguetón.