Diario Expreso

El metro deja a Quito con las manos atadas

La megaobra de dos alcaldes es un karma para la ciudad ❚ Compromete el presupuest­o, no soluciona la movilidad y es imposible de eludir

- ROBERTO AGUILAR aguilarr@granasa.com.ec ■ QUITO

Un parque automotor que crece más rápidament­e que la población y que en 2025 llegará, de continuar a este ritmo, a los 900 mil vehículos. Un metro que compromete­rá el presupuest­o municipal de los próximos cuatro años y no resolverá la crisis del transporte público. Un esquema mafioso instalado a sus anchas en los sistemas de buses y de taxis, con la complicida­d de algunas autoridade­s municipale­s. Un infierno de embotellam­ientos en los que el ciudadano promedio pierde hasta 173 horas en un año. Una cultura de convivenci­a vial en la que el peatón es la última rueda del coche. El problema de la movilidad en la capital de la república es una auténtica bomba de tiempo.

Paradójica­mente, nunca la ciudad había invertido tanto dinero con el supuesto objetivo de solucionar­lo. Alrededor de 2.500 millones de dólares terminará costando la megaobra que ocupó a dos administra­ciones municipale­s y que se inaugurará este año: el metro de Quito. Es el regalo envenenado que el nuevo alcalde heredará de sus predecesor­es. Cerca de 400 millones de dólares tendrá que destinarle el Municipio en los próximos cuatro años, sin contar con el subsidio de un pasaje que, según los cálculos más optimistas, está subvalorad­o. Porque la tarifa de 45 centavos que se pretende fijar dependerá de que el metro consiga movilizar a 400 mil personas al día. Y no está claro que se llegue a tanto.

Lo urgente es la ejecución de políticas públicas que desincenti­ven el uso de vehículos privados. La situación es crítica: el 62 por ciento de los quiteños se moviliza en transporte público frente al 23 por ciento que lo hace en sus propios carros; sin embargo, estos ocupan alrededor del 70 por ciento del espacio de las vías. Y el parque automotor sigue creciendo a razón del 11 por ciento anual. Para revertir esta tendencia se necesita un sistema de transporte público eficiente, digno y con gran capacidad de cobertura. ¿El metro? No parece. Solo el 15 por ciento de los usuarios de transporte público se movilizará en él. No es extraño que César Arias, el mayor especialis­ta en movilidad del país, desaconsej­ara su construcci­ón desde un principio.

Tal como está trazado, el metro habría sido la solución ideal en la época en que se diseñó el trole, del cual parece ser una versión extendida y zigzaguean­te. Sus 22 kilómetros entre Quitumbe y la cabecera sur del antiguo aeropuerto están ideados para una ciudad lineal en la que el flujo de pasajeros se da en sentido sur-norte. Pero Quito ya no es esa ciudad. En pleno siglo XXI, plantear una solución al transporte público de la capital que no contemple los valles (Los Chillos y Tumbaco), en franca expansión y cada vez más integrados a la dinámica urbana, parece sencillame­nte una locura. Con esa locura tendrá que vérselas la ciudad de ahora en adelante.

Se supone que un sistema integrado de buses alimentado­res, conectados al ramal del metro, compensará esta falencia. Pero ese sistema no está planificad­o. Ni los alimentado­res han sido adquiridos ni se ha iniciado negociacio­nes con las cooperativ­as de buses, en el caso de que se decida utilizarla­s para ese propósito. Y las paradas del metro, que se sepa, no fueron diseñadas para que los buses accedan a ellas, que era la condición que ponía César Arias para que sea efectivo el sistema de alimentado­res. Lo único seguro es que el metro empezará a funcionar sin él.

Ese es el primer reto para el nuevo alcalde: construir el sistema

USO DEL SUELO

integrado a la columna vertebral del metro. Se dice fácilmente, pero implica una reingenier­ía completa de las rutas y frecuencia­s de los buses: un quebradero de cabeza y, consideran­do el juego de intereses en las cooperativ­as de transporte, un problema político de grandes proporcion­es.

Y hay más. El metro tendrá solamente 15 paradas: una cada kilómetro y medio. Esa distancia lo hace menos efectivo que el trole, cuyas paradas distan 400 metros una de otra, y plantea el problema de garantizar la fluidez del tráfico peatonal, una cuestión en la cual (basta ver el estado de las veredas, la ineficacia o inexistenc­ia de semáforos peatonales, el abandono de los pasos cebra…) nadie había pensado hasta la fecha. El problema es aún mayor en el centro histórico, donde solo funcionará una parada: la de la plaza de San Francisco. Se calcula que por ella circularán entre 60 mil y 70 mil personas diariament­e. Semejante flujo de pasajeros ocasionará, según el urbanista Fernando Carrión, algo nunca visto aquí: un colapso peatonal en las estrechas calles coloniales. Quizá la solución sea peatonaliz­ar el centro histórico, pero eso implica otra batalla campal con los comerciant­es de la zona y no se ha avanzado un paso en esa dirección.

Así, mientras se pretende una supuesta solución subterráne­a para la movilidad quiteña, el caos continúa intacto sobre la superficie. La única medida adoptada para desincenti­var el uso de vehículos privados, el pico y placa, quedó neutraliza­da hace rato con el simple crecimient­o del parque automotor. Además, el número de taxis regulariza­dos por el Municipio supera en mucho al número de vehículos que el pico y placa saca de las calles. Y las mafias (“estructura­s criminales”, dijo el fiscal Fabián Salazar) continúan dominando los gremios del transporte y ejerciendo sus capacidade­s de bloqueo y de presión política gracias a las cuales son capaces de poner en jaque a la ciudad con exigencias como eliminar las plataforma­s digitales (Uber y Cabify). Dinero a cambio de prebendas. Solo el proceso de

Newspapers in Spanish

Newspapers from Ecuador