La política y sus actores
La política genera amplio reproche. Es una actividad conflictiva, desprestigiada, sin embargo a casi todos les interesa e incluso apasiona conversar sobre temas de política nacional o mundial; algunos aspiran ponerse al servicio del gobernante de turno. La expresión del filosofar griego “el hombre es un animal político” es una innegable verdad.
Los más afamados filósofos y escritores han tenido especial preocupación por comentar esta actividad vital de la sociedad. Platón y Aristóteles en la antigüedad, Santo Tomás y San Agustín en la Edad Media, los revolucionarios franceses Rousseau y Montesquieu en la Edad Moderna, racionalistas como Hegel, empiristas como Locke, positivistas como Comte, materialistas como Marx, existencialistas como Sartre, entre otros, lo hicieron.
La política engloba todo lo que tiene relación con la vida de los seres humanos, es una ciencia que demanda el más variado y sólido conocimiento de la problemática socioeconómica. Es un arte que exige habilidad, destreza, experiencia para enfrentar conflictos individuales o colectivos. ¿Qué la vuelve contradictoria? La respuesta es que existen actores en los que prevalece el cinismo, bribones que buscan enriquecerse, olvidando que la principal misión de un verdadero político es servir honestamente a la colectividad. Copian a Maquiavelo pero desconocen su lema: “hasta para el mal hay que ser grandes”.
El rechazo que produce esta actividad en la que incursionan personas audaces, con escasa ética, sin rubor para ser candidatos por disímiles partidos en sus desvergonzadas ambiciones, provoca que personas decentes se inhiban
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y prefieran dedicarse a otras actividades socialmente productivas, como producir alimentos a través de la agricultura, la pesca, ejercer la profesión, formar nuevos ciudadanos desde la educación, emprender en negocios turísticos, industriales, comercio; en definitiva, aportando al bienestar de todos con su trabajo diario.
Sócrates tenía razón: “Si me hubiera dedicado a la política, ¡oh! atenienses, hubiese perecido hace tiempo y no hubiese hecho ningún bien ni a vosotros ni a mí mismo”.