Un horno de leña es patrimonio de Cuenca
Tiene 127 años de uso. En él se hacían los dulces para la urbe
Es un recuerdo patrimonial, que guarda los secretos de los dulces que ahí se horneaban. Hasta los años 1960 y 1965, fueron las primeras golosinas de los cuencanos.
El horno de leña, el más antiguo y más grande de Cuenca, donde desde 1892 las religiosas de la congregación de las Oblatas elaboraron quesadillas, suspiros, pan de agua, galletas, pan llamado rodillas de Cristo, arepas, tortillas y otras delicias similares que expendían como forma de manutención para la congregación.
Fue el primer horno de este tipo en la ciudad. Se construyó en 1892, a los 30 años de la llegada de las Madres Oblatas a la capital azuaya. Tiene 127 años y aún sirve; claro, con ciertos arreglos y manteniendo sus materiales originales de paja, ladrillo y barro.
No hay registros del diseñador y constructor, reseña el historiador cuencano Juan Cordero, al señalar que el segundo horno fue construido en 1938; perteneció a Michi Vélez, una de las primeras elaboradoras de pan horneado en leña. Este horno ya no existe.
El centenario horno se halla dentro de un circuito histórico constituido por la iglesia de Todos Santos, donde se ofició la misa de fundación de la ciudad en 1557, y el convento.
Se muestra ahí la riqueza ancestral de la arquitectura del conjunto físico y los huertos de plantas medicinales y productos alimenticios menores, dejados de legado por los ancestros.
El conjunto arquitectónico y los recuerdos antiguos se hallan al suroeste de Cuenca, junto al Barranco del Tomebamba y la Unidad Educativa Corazón de María; dividiendo a la ciudad antigua de la urbe moderna. Es en el barrio Todos Santos, nacido antes de la fundación española de Cuenca, señala Eliécer Cárdenas, cronista de la ciudad.
Las madres Oblatas, a más de ser las propietarias del horno más antiguo de Cuenca, son también las conocedoras de las técnicas y recetarios para la elaboración de dulces de los tradicionales de la capital azuaya.
Es así que, en la actualidad, en ese mismo horno antiguo se realizan los trabajos en dulcería, todo bajo pedido, anota la religiosa Alba Arias, superiora del convento.
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