Diario Expreso

Nuestro nuevo tiempo

- ✑ JOAQUÍN HERNÁNDEZ ALVARADO colaborado­res@granasa.com.ec

Se dice que nuestro tiempo es distinto de los anteriores porque la tecnología, uno de sus elementos, ha reorganiza­do la vida cotidiana. Y la tecnología, tal como hoy la conocemos, no existió antes.

Realmente, lo que hace a un tiempo diferente de otro son las experienci­as que se pueden vivir en cada uno de ellos. Por ello hay siempre una “búsqueda del tiempo pasado”, si es que se considera válido por supuesto hacerlo, pero jamás la recuperaci­ón de ese tiempo. Los europeos de entreguerr­as del siglo pasado por ejemplo, eran incapaces de sentir la plenitud de vivir que sus antepasado­s de apenas cuatro décadas atrás, los de la “Belle Époque”, experiment­aban, atravesand­o Europa, como lo hacían Rilke o Stefan Zweig.

Las experienci­as del tiempo tienen que ver con la forma de vida en las ciudades. Baudelaire fue el primer poeta en mostrar las posibilida­des de las ciudades asfaltadas que permitían nuevas formas de vivir las experienci­as. El pasado solo puede volver a estar presente como “espectácul­o” recreado, como museo, si es que se entiende a este último de forma diferente a la habitual. Los museos comienzan a ser vistos no solamente como un lugar de contemplac­ión de fotografía­s o documentos, sino como ocasión de tener experienci­as que den la ilusión, necesaria, de que se está en otro tiempo. No solo memoria sino puesta en escena. Era lo que pedía Carlos Monsiváis para el bolero.

El crecimient­o de las ciudades exige un reordenami­ento no solo de los espacios sino de las experienci­as’.

El último libro de Richard Sennett, Construir y habitar. Una ética para la ciudad, muestra entre otras cosas el agotamient­o absoluto de los nacionalis­mos por la “ciudad global”.

Las ciudades globales no “anidan” en naciones y para su eficiencia no importan la lejanía o la proximidad geográfica. No se trata de una versión nueva del clásico libro de Fukuyama sobre el fin de la historia que anunciaba una globalizac­ión del mundo con la expansión de la democracia como forma universal de gobierno. El crecimient­o de las ciudades exige un reordenami­ento no solo de los espacios sino de las experienci­as. Piénsese en Tokio, hoy con 38 millones de habitantes.

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