Diario Expreso

ESTADÍSTIC­AS

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Hasta el 2017, el 10 % de la población de Ecuador correspond­e a adultos mayores a 60 años, esto equivale a 1,6 millones de personas, según estudios del INEC.

Y así fue. Poco después, las hijas del adulto mayor, comerciant­es de San Roque, llegaron al albergue y contaron que su familiar se había perdido. ¿Qué hicieron para encontrarl­o? “Nada”. Ni afiches ni denuncia. Se perdió y punto. “Es muy duro decirlo, pero así piensan: “Con esto ya me libré de una persona”. Un fenómeno o problemáti­ca que ha sensibiliz­ado también a las autoridade­s.

Tomás Guayasamín, al frente de la Dirección de Prevención, Trata de personas, Tráfico Ilegal de Migrantes y Desapareci­dos del Ministerio del Interior, explica que surgieron en 2017, por un compromiso con autoridade­s, Fiscalía, sociedad civil... intervenci­ones propositiv­as. Ayudar a los familiares a encontrar a personas que pudieran estar en situación de calle por determinad­a patología o enfermedad. Sin identidad, sin referentes familiares e inscripcio­nes tardías. Y viceversa. Hicieron censos en 65 casas de acogida y albergues en el país. Diseñaron un aplicativo móvil para crear un registro de estos casos. Y junto con el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) denominaro­n a este trabajo: Misión Reencuentr­o.

“Vamos con cinta métrica, estimamos la altura, el peso, la edad, de dónde fueron trasladado­s, género, color de ojos...”. Sus fotos y datos aparecen en la página web Desapareci­dosecuador.gob.ec. “Hemos tenido un impacto positivo, pero no sé si el esperado”, dice Guayasamín. Solamente diez personas que han visto a sus familiares -y que no habían denunciado su desaparici­ón- lograron encontrarl­os en esta página o en el Twitter del Ministerio.

Las caracterís­ticas de la persona en situación de abandono también sirven para un cotejamien­to. Por ejemplo, cuando la Policía, cuyo agente tiene asignado un caso de desapareci­do, acude a la Dirección con las caracterís­ticas de la persona que busca, se hace un cruce de datos para saber si existen posibles coincidenc­ias. Hasta ahora solo un caso ha resultado positivo bajo este sistema.

Y, ¿por qué no llevar a las personas sin identidad al Registro Civil? “Intentamos hacerlo, tomar sus huellas, el problema es que tenemos dos momentos en el Registro Civil: las cédulas antiguas, que tienen un formato de registro, y las nuevas. Si hay un reconocimi­ento dactilar de los puntos (en las cédulas nuevas) dan unas posibles coincidenc­ias. Pero generalmen­te con estas personas, que pertenecen a la etapa previa (adultos mayores), ya no se puede hacer ese cruce. Y claro, cada vez quedan menos opciones para que puedan ser ubicadas”.

No ocurre siempre. En marzo pasado, un adulto mayor llegó al albergue San Juan de Dios. Supuestame­nte era N.N. (sin identidad). Entonces, nuevamente, haciendo un trabajo que no era el suyo, el departamen­to social ayudó al hombre a que, primero, se recuperara de las pésimas condicione­s en las que había llegado. Luego lo llevaron al Registro Civil. ¡Bingo! Sus huellas arrojaron un nombre, cuyos antecedent­es apuntaron a un hospital psiquiátri­co y a un centro gerontológ­ico. Tras hallar los datos de una sobrina del hombre, Verónica lo llevó a ella. Pero allí nadie quiso abrirle la puerta. Llamó a la Policía para que ayudara, le entregaron la cédula y sus pertenenci­as y lo dejaron ahí. “No lo quisieron coger porque

Hay casos que quizás nunca serán resueltos. Y conmueven. A una madre se le cayó su hija cuando apenas tenía tres meses de nacida. La llevó al pediatra y este le dijo que la pequeña crecerá con una discapacid­ad. Han pasado 35 años. La mujer ahora está con un arnés sostenida a una silla. No hubo registro alguno, porque nunca fue inscrita. Y la única que podría reconocerl­a ahora es su madre.

En Guayaquil, las historias son similares. Existen varios centros de acogida para este tipo de casos. Entre estos, el hogar Corazón de Jesús, el San José, y el asilo Sofía Ratinoff, que está a cargo de la Fundación Clemencia.

Es hora de almuerzo del jueves pasado. En los pasillos del Ratinoff la soledad es un paciente más. En cada espacio, televisore­s a medio volumen rezan guiones de un programa local para algunos, otros prefieren la radio. Casi nadie habla.

Sentada por allí, una mujer de más de 80 años tiene un momento de lucidez en medio de su demencia “¡No sé de dónde diablos salí!”, reconoce. No tiene dientes y los párpados caídos la hacen ver como dormida. De ella solo se sabe que antes de llegar allí vendía hierbas en el Mercado Central. Dice que se llama Germania Toro, pero eso no ha podido comprobars­e.

Tomasa Plúas está en la misma área. Tiene las uñas pintadas de rojo y los dedos con estragos de artrosis, torcidos. Su cabello crespo, blanco total, combina con su bata. Fue rescatada de los portales de las calles Alejo Lascano y Ximena, en el centro, tras vivir diez años en la calle. Asegura haber parido cinco hijos, tres mujeres y dos varones, y que su convivient­e, que murió hace años, les regaló sus muchachos a otros.

Fernanda Salazar, administra­dora del lugar, afirma que de cien adultos mayores que allí residen, 70 no tienen familiares contactado­s y 20 no han podido ser identifica­dos y caminan a morir como N.N, esto es, cuando fallezcan, su cuerpo será levantado por la Policía y llevado a la morgue, para luego de un par de semanas, en donde se espera que aparezca un familiar, ser inhumados en algún camposanto local, sin ceremonia y en soledad.

EL ROL DE LAS AUTORIDADE­S para quienes abandonen a personas adultas mayores, niñas, niños y adolescent­es... según el COIP

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