PACIENTES
274 hospitalizados hay en promedio. Cada jueves visitan a 45, lo que corresponde a los que están internados en 2 o 3 salas.
Como cada jueves desde hace tres meses, entre seis y ocho médicos del Hospital del Niño Francisco de Icaza Bustamante hacen una pausa a sus actividades para, alrededor de las 11:00, quitarse la bata, dejar de lado los estetoscopios y vestirse de superhéroes, príncipes o payasos que, por un lado, intentan divertir a sus pacientes; y por otro, quitarles el miedo de estar encerrados en un hospital.
El doctor Miguel Rivas, uno de ellos y quien hace poco inició su posgrado en Pediatría en el lugar, se transforma en Deadpool y ya con sus espadas puestas sobre la espalda, espera (escondido en una de las oficinas administrativas) a que sus compañeros, la mayoría jefes de área, se alisten para empezar a recorrer los pasillos que los conducen a las salas de hospitalización infantil.
EXPRESO los acompaña y percibe cómo aún antes de cruzar la puerta se muestran algo nerviosos. No es la vergüenza de estar enmascarados o menos aún de que los niños los reconozcan. Esto les gusta. El temor está, explica la psicóloga clínica Paola Córdova, quien lleva puesto el traje de Viuda Negra, en la responsabilidad que tienen de trasmitirles el mensaje correcto: de fortaleza, optimismo y sanación.
Así ellos, que llevan consigo globos de colores y hasta cornetas, bajan y suben escaleras hasta llegar, sin previo aviso, a la sala de Medicina 3 en el tercer piso. Allí 20 menores, entre ellos Betsy, quien es de Playas y está hospitalizada desde hace cuatro días a causa de un problema oftalmológico, se levantan de la cama, pese al dolor, para saludar a los que dicen son sus héroes.
Betsy, por ejemplo, al ver a Elsa (el personaje de la película ‘Frozen’), no duda ni un segundo en pedirle a su madre que la ayude a levantarse. Aún con la mano entablillada (está conectada a un suero), ve la forma de alzar sus brazos y hacer señas para que la doctora Noemí Ruiz, quien interpreta al personaje, la vea, se acerque y empiecen a conversar.
¿Cómo te sientes hoy? ¿Sabes que eres muy valiente al estar aquí? Sonríe. Ya verás cómo en el hospital vas a sanar y pronto regresarás a casa... Es parte del diálogo que tienen en medio de una sala que, pese al alboroto y las risas de los pacientes y sus padres, para Betsy es como estar en un confesionario. A solas. Solo ella y la princesa.
En el lugar, donde el nefrólogo pediatra Iván Olalla, alias Cíclope de los ‘X-men’, dedica su estadía a colorear con los chicos (él lleva las cajas de pinturas) y hasta a cantar, las enfermeras y jefes de área intentan ver quién está detrás del antifaz.
“¿Doctor Olalla, es usted?”, se escucha decir más de una vez. El solamente sonríe y pide que le guarden el secreto. Y es que no todas las semanas los enmascarados son los mismos. El grupo varía según la disponibilidad de cada especialista.
Si alguien tiene una cirugía o consulta que no puede posponer, la posta la toma otro. Son casi dos horas el tiempo que dura el recorrido, que siempre se realiza por tres salas de las doce que tiene el hospital, precisa Córdova, quien desde que se puso en práctica esta iniciativa (que apunta a mejorar el buen trato al paciente, tal como lo recomienda la Organización Mundial de la Salud) atiende también camuflada a los chicos en su consultorio.
“El impacto que esto ha tenido ha sido realmente maravilloso”, cuenta. Ha quitado a los niños esa imagen que tienen del médico, que solo los busca para pincharlos o conectarlos a los equipos; y paralelamente los ha acercado a ellos.
“Te abrazan con facilidad y cuando saben quién realmente eres, igual les queda la idea de que eres un superhéroe y no te temen más”. Es emocionante, relata Olalla, quien como cada vez que forma parte de la actividad, terminó rodeado de las madres, que además de pedirle que se fotografíe con sus hijos, le dicen que lo haga con ellas.
Daysi Noriega, cuya hija de 10 años, Shirley, salta de la cama al ver al Hombre Araña y al Capitán América (caracterizado en esta visita por una mujer), no duda en sacar su celular. “Doctor, venga, una fotito con nosotras”, le dice mientras se ubica en una esquina, la más iluminada del área de gastroenterología (la segunda que visitó el equipo), y apunta directo a los rostros.
Durante la ‘fiesta’, que suele realizarse también en el área de consulta externa, donde en promedio se atiende a 516 menores, los superhéroes dejan que los niños se prueben sus escudos, sus capas y hasta intenten bailar con una especie de tul y telas de colores, que cuelgan del traje de Frozen.
“Es válido que lo hagan, que nos despeinen si quieren e intenten incluso saltar sobre nosotros, si logran levantarse y paliar el dolor. Si pasa eso, el esfuerzo no habrá sido en vano”, explica Ruiz, quien para lograr un mayor impacto está atenta a los personajes que más les gustan a los pacien
ARTE GABRIEL VERA, pediatra y jefe de la sala de Medicina 3 Este tipo de visitas reduce mucho el estrés en los niños, que generalmente se sienten encerrados y extrañan su casa. Ver actos así los ayuda anímicamente BETSY DE LA CRUZ, madre de una paciente Me encantó ver a los doctores así. Sobre todo porque mi hija estaba decaída, un tanto afligida. Estar hospitalizada para ella no es nada bueno. Hoy se sintió feliz ALLISON ALVEAR, tía de un paciente del área de consulta externa Es reconfortante ver cómo los médicos intentan llegar a los pacientes a través del arte y no de forma mecánica. Es emocionante también verlos jugar como niños
tes para intentar complacerlos.
Antes de reincorporarse a sus puestos de trabajo, los galenos vuelven a reunirse en la oficina de administración, donde cuelgan los disfraces (los diez que tienen hasta ahora y que en su mayoría han sido adquiridos por ellos) para ponerse otra vez su bata blanca.
Algunos se llevan la máscara para dejarla, al menos durante el día, sobre su escritorio. Intentan que los pacientes se lleven una buena primera impresión. “Queremos que vean que estamos con ellos en la lucha o guerra que sea”, sentencia Olalla.