Profesores sin brújula
No solo el padre de familia se puede despistar en estos tiempos; el profesor, sobre todo el ‘desvocacionado’, como el pedagogo puro, pueden caminar sin brújula en el ejercicio fuerte que trajinar en educación ha venido a convertirse en estos tiempos, y entonces, desde la cátedra también se puede llegar a confundir y a desencaminar con el ejemplo.
Cuando respondo por lo que me toca y nada más, cuando soy responsable de mi materia y de ninguna otra cosa, cuando el alumno me interesa por lo que almacena en su inteligencia cognitiva sin importarme el resto de su vida, estoy sin duda dejando de ser educador. Pues hoy debemos ser más que eso, necesitamos más que el mero instruir. Hoy el alumno requiere un educador
cercano que lo acompañe, lo escuche, lo forme.
Pasar en medio de una trifulca o de una pelea entre pares y encogerse de hombros porque no son mis alumnos o no es en mi clase, también habla mal de mí como docente. No se diga cuando hago preferencias o etiqueto, dejando a un lado la justicia y la equidad que deben ser pilares fundamentales de mi actuar.
La economía, la crisis, la falta de valores también pueden arrasar la ética y la moral profesoral, y de eso debe cuidarse el educador actual. Recibir o pedir obsequios y estímulos desde las familias a las que atiende lo daña y lo corrompe; jugar con las calificaciones del estudiante para no tener conflicto con autoridades o trabajo extra que realizar en recuperaciones y repasos, no atender a conciencia el proceso y aprender de su estudiante, lo aleja y divorcia de su rol.
El educador como los padres también tiene una inmensa responsabilidad formativa, pues como ellos, al estar tanto tiempo junto al niño o al joven, se vuelve un referente ineludible e indiscutido, y si de los padres pedimos modelo y ejemplo, mucho más del educador, pues ellos no se prepararon para formar, para enseñar y nosotros los educadores sí. Por tanto, atendamos lo que nos corresponde con diligencia y entrega, con entusiasmo y pasión, con afecto y amor.
Educar no es fácil si no hay correspondencia del discurso con la acción.
La economía, la crisis, la falta de valores también pueden arrasar la ética y la moral profesoral’.