A Guayaquil le hace falta un gran parque y sombra
Arquitectos y urbanistas coinciden en que se necesitan de estos espacios y los que hay, carecen de arborización adecuada ❚ La situación se repite y se agrava en La Puntilla y La Aurora
Si hay algo que comparten Guayaquil, la parroquia urbana La Puntilla, en la vía Samborondón, y La Aurora, en la avenida León Febres Cordero, en Daule, además del tráfico, es la falta de sombra.
En los tres sectores, a decir de los ciudadanos y expertos en urbanismo consultados, faltan parques: no solo “áreas abiertas”, sino “un gran parque, un parque de verdad”. Es decir, enormes espacios repletos de árboles, jardines y prados en los que no solo se pueda jugar, sino también hacer un pícnic y descansar.
En La Aurora y la avenida Samborondón, dos áreas en pleno desarrollo, los habitantes llevan años reclamando estos espacios. “Es inconcebible que tengamos que vernos obligados a utilizar solo las áreas de las ciudadelas. La comunidad, cualquiera que sea, necesita de un bosque para respirar mejor y distraerse. Los predios que pagamos son altísimos”, lamenta Ximena Sarmiento, de Pórtico del Río (kilómetro 3,5 de la vía Samborondón), al hacer énfasis en que la opción más cercana que tiene para hacerlo es el parque Samanes en Guayaquil que, a su juicio, tampoco cumple con el concepto ideal.
El área, coincide el arquitecto Brick Reyes, docente de la facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Guayaquil, tiene un concepto más deportivo. Desconoce si aún faltan por construirse más áreas recreativas y de esparcimientos, como estaba previsto en el plano integral al que tuvo acceso años atrás, y que se levantaban incluso cerca de las riberas del río Daule y se extendía hasta el Fuerte Militar Quinto Guayas.
“Desconozco si el plano ha cambiado. Si no lo ha hecho,
Guayaquil en algún momento contará con lo que necesita”.
Mientras tanto, la respuesta no es favorable, ya que en el Puerto Principal, sostiene, hay apenas unos pedacitos verdes arborizados, lo que resulta escaso. Y en La Puntilla y La Aurora es igual. “No hay zonas planificadas de este tipo para la comunidad”.
En una entrevista anterior publicada por EXPRESO, el alcalde de Samborondón, Juan José Núñez, aseguró -teniendo en cuenta esta necesidad- que cerca de la urbanización Ciudad Celeste está contemplada un área de tres hectáreas para el levantamiento de un parque público. Sin embargo, no hay una fecha estimada para ejecutar la obra y hasta eso -también como propuestaplantea solicitar la administración del Parque Histórico para que pueda ser considerado como un sitio de descanso y recreativo por las familias.
Y aunque la idea podría resultar, a decir de Reyes, si es que responde a la necesidad de los residentes; aclara que el sitio tampoco cumpliría con el concepto de descanso como tal, ya que, conforme a la planificación de parques, vendría a ser uno temático, tipo zoológico.
“Nosotros lo que necesitamos es césped: terrenos amplios y naturales, con poquísimo cemento, donde se pueda caminar y hasta se incluya al río. Nada de eso tenemos y es ahí donde se debe invertir. ¿Por qué no tener un parque como el de La Carolina en Quito o el de Jipiro en Loja? Estamos tan atrasados”, lamenta.
Celinda Alvarado, representante del complejo habitacional San Antonio en La Aurora, coincide con él, al precisar que en su entorno no existe un espacio así de grande que sirva a la comunidad.
“Solo tenemos un parque infantil en el que todos nos quemamos porque hay más palmeras que árboles. Los juegos están calientes...”, agrega Laura Villón, quien vive al pie de la avenida León Febres Cordero, en cuyas veredas prefiere sentarse la mayoría de veces. “Ahí hay más sombra”, establece.
Para la decana de la facultad de Arquitectura de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), Natalie Wong, tanto en estos sectores como en Guayaquil, hacen falta entornos que permitan una recreación pasiva, porque se convierten en un punto de encuentro.
No obstante para Abel Pesantes, del Departamento de Áreas Verdes del Municipio de Guayaquil, sí existen parques similares a los de Quito y Loja en la urbe. “Tenemos el Metropolitano de 30 hectáreas, junto al Relleno Sanitario Las Iguanas, y la Plaza de Artes y Oficios (Forestal)...”, enumeró.
Lisseth Mena, máster en ciudad y arquitectura sostenible, lo corrobora. Lo están, piensa, pero en la zona periférica, a la que se puede llegar en transporte público o privado; y, dado el tiempo que se requiere para esta actividad, “se restringe a los fines de semana”.
Pero no solo la lejanía o la escasez de los espacios es una falla detectada por los especialistas. A criterio de las ciudadanas Natalia Amaya y Ashley Pin, guayaquileñas, algunos parques más pequeños carecen de sombra.
Ellas, al igual que Villón, usan sus mochilas y abrigos como ‘parasoles’ en el parque Huancavilca, en el centro de la ciudad, porque pese a que hay árboles, estos no logran protegerlas de los rayos solares.
A criterio del arquitecto Efraín Miranda, esto se da porque no existe una planificación respecto a la arborización de los parques, lo que los vuelve obsoletos para el esparcimiento e, incluso, perjudiciales para la salud. Este es un agravante, calcula, en una ciudad -dice refiriéndose a Guayaquil- a la que le falta al menos el 60 % de los parques que necesita.