Un país en riesgo ético
Desde las publicaciones de Ulrich Beck a fines de los 90, hasta nuestros días, el concepto de riesgo ha impregnado a la sociedad contemporánea. El desarrollo científico tecnológico está plagado de riesgos que entran en el terreno de lo ético. Pero la referencia del presente título quiere aludir a otra forma de riesgo ético: la derivada de la aceptación como normales, de los comportamientos que violentan valores propios de la búsqueda de una sociedad con adecuada convivencia. En efecto se asiste a una “normalización perversa” de la corrupción en el manejo de la cosa pública, de modo que los actos que la reflejan, mejor
aún la evidencian, ya no suscitan, en la magnitud que lo merecen, manifestaciones de repudio, de rechazo social.
Así, lo de Odebrecht por ejemplo, poco a poco se ha convertido tan en asunto de años atrás que cansa seguir escuchando el escuálido debate sobre el mismo, más, según parece, destinado a garantizar impunidad que a sancionar. Con el negativo añadido de que, con pocas excepciones, llena todo el espacio del combate a la corrupción mientras bien se conocen otros ámbitos donde esta ha sido fértilmente cultivada y hasta ahora permanecen intocados. Bien valdría que el país, en función de su futuro, se tome en serio el combate global a la corrupción.
Deprime la magnitud creciente de la corrupción que hace más visible la magnitud de la impunidad’.