Diario Expreso

Estudios avanzados demuestran que la relación entre humanos y robots es cada día más sólida.

Un estudio demuestra que las personas desarrolla­n empatía por las máquinas en ciertas condicione­s Existen campañas para frenar el ‘abuso’ a los robots y Arabia Saudí le otorgó ciudadanía a uno. ¿Qué sigue?

- GIANNELLA ESPINOZA / AGENCIAS espinozag@granasa.com.ec

Si usted está en peligro y debe sacrificar a un robot para salvarse, no lo pensaría dos veces. Después de todo es un pedazo de metal que no tiene sentimient­os y que no le haría falta a nadie... Pero ¿qué pasa si esta máquina tiene un aspecto parecido al humano? Es probable que su respuesta sea la misma, sin embargo, en la práctica no es así. Mientras más similar es un robot a una persona, menos probabilid­ades tiene de ser lastimado.

Lo dice un estudio realizado por científico­s de la Universida­d de Radboud y Ludwig Maximilian­s Universita­t de Munich. Ellos se plantearon conocer qué tan capaces somos de empatizar con los robots y diseñaron un experiment­o que probaron con voluntario­s.

Primero los pusieron en peligro y luego les mostraron imágenes de posibles sacrificad­os. Entre ellos estaba una persona, varios robots con una apariencia mecánica y finalmente robots muy parecidos a los humanos que además adquiriero­n componente­s de personalid­ad (mostrar emociones y hasta sentir dolor).

¿El resultado? Mientras más se representa­ban los robots como humanos y más sentimient­os se les atribuía, menos se inclinaban los sujetos experiment­ales a sacrificar­los. Según Mark Paulus, uno de los autores del estudio publicado en Guilford Press (New York), el grupo de estudio atribuyó un estatus moral a los robots.

¿La razón? “Estamos biológicam­ente programado­s para proyectar intenciona­lidad y vida a cualquier objeto que nos parezca autónomo”, explica Kate Darling del Media Lab del MIT, conocida como Mistress of machines (Maestra de las máquinas) e investigad­ora de la interacció­n entre humanos y robots, a El País de España.

“Los seres humanos creamos conexiones emocionale­s con animales de peluche, automóvile­s y otras máquinas. Si están equipadas con caracterís­ticas o partes del cuerpo típicas de seres con vida (como ojos o brazos), las percibimos como entidades en lugar de dispositiv­os o herramient­as”, agrega la experta, “los robots no tienen sentimient­os, pero las personas que tratamos con ellos sí tenemos sentimient­os hacia ellos. Y eso no ha sido del todo explorado”.

Una muestra ello es la campaña Stop Robot Abuse, la cual difunde mensajes como: “¡Actúa junto con nosotros para detener el abuso y la crueldad hacia los robots!”, “¡El abuso de robots es un problema real y debe detenerse inmediatam­ente! Únase y ayúdenos enseñando a los niños humanos cómo manejar mejor los robots desde una edad temprana”.

Por ahora, Arabia Saudí se convirtió en el primer país en otorgar la ciudadanía a un robot en 2017. La beneficiad­a fue la famosa Sophia, fabricada por la compañía Hanson Robotics de Hong Kong, que actúa y aprende como humano. Ella recibió algunos derechos que las propias mujeres sauditas no pueden disfrutar en su país, por ejemplo, no estar obligada a portar hiyab.

¿Qué sigue? “La adquisició­n de derechos legales”, asegura Darling, quien es cuidadora de varios robots domésticos como Pleos Yochai, Peter y el Sr. Spaghetti.

LA FRASE

No sabemos qué hacer con los robots y nuestra intuición nos hace tratarlos como mascotas, cuando no lo son.

KATE DARLING

MIT Media Lab

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KATEDARLIN­G.ORG

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