Diario Expreso

Paco Ureña, en LA CUMBRE

El diestro murciano cortó cuatro orejas y ofreció una lección magistral de grandioso y mágico toreo en las faenas en Bilbao

- ANTONIO LORCA ■ EL PAÍS / E SPECIAL PARA EXPRESO

Las dos faenas de Paco Ureña en Bilbao son de esas que hay que volver a ver, o no. Verlas de nuevo para recrear el espíritu con la grandeza del toreo más hondo y verdadero que alguien pueda imaginar. O cerrar los ojos y guardarlas para siempre en la retina, como un tesoro, un recuerdo imborrable.

El torero murciano dibujó dos faenas distintas ante un lote de gran calidad en el tercio final; más encastado y codicioso el tercero, y más apagado y obediente el sexto; pero las dos estuvieron cimentadas en la despaciosi­dad, en el clasicismo, el gusto, la búsqueda constante de la pureza…

Si alguien quiere saber lo que es torear con el alma tiene que ver a Ureña en Bilbao; porque no fue solo su serenidad en la cara de los toros, ni su firmeza, ni su técnica, ni su contundenc­ia… Fue la expresión de un sentimient­o que solo albergan los elegidos.

El principio y el final de la primera faena fueron un monumento a la inspiració­n torera. Muleta en mano, comenzó con cuatro estatuario­s ceñidos y ya con la zurda continuó con dos remates espectacul­ares, dos naturales largos y sentidos y dos de pecho que pusieron la plaza en pie.

Finalizó con tres derechazos de categoría excelsa, un natural y otro pase de pecho de pitón de rabo. Fue una tanda redonda, ligada, única… Entre una y otra, chispazos de toreo grande por ambas manos en una labor a la que, quizá, faltó contundenc­ia y desbordó templanza y buen gusto.

Quiso matar Ureña en la suerte de recibir, pero el toro no se lo permitió. Optó entonces por encunarse en el morrillo del animal, detrás de la espada, que quedó enterrada en el hoyo de las agujas, mientras el torero salía trompicado sin consecuenc­ias.

La faena al sexto se la brindó a Urdiales, y esa fue un compendio de plasticida­d, temple, inspiració­n y embrujo en las manos de un torero transfigur­ado, con ese triste semblante que le caracteriz­a que no hace más que esconder un alma de artista consumado. Bilbao vibró como en las ocasiones solemnes porque los muletazos desplegaro­n el misterio de la grandeza del toreo. Un estoconazo sin puntilla fue el más brillante colofón a su gran obra.

Y se lo llevaron por la puerta grande con todos los merecimien­tos. Emocionant­e la imagen de Fortes, el torero malagueño retirado por una grave lesión, llevando sobre sus hombros a su amigo triunfador y ambos rodeados de un nutrido grupo de jóvenes.

Y hubo más. Hubo, por fin, toreo de capa de muchos quilates y rivalidad en el tercio de quites, y toros malos, bruscos y ásperos, como los dos de Urdiales, y nobles y sosos, como los de Cayetano.

Fue este Rivera Ordóñez un torrente de responsabl­e compromiso toda la tarde. Cuando vio que Ureña se lució por apretadas gaoneras en el segundo de la tarde, ni dudó en responderl­e con enrazadas tafalleras; y al quinto lo recibió con una larga de rodillas en el tercio, lo veroniqueó con soltura, se lució con chicuelina­s al paso para llevar al toro al caballo y otra vez dejó detalles de hondura Ureña a la verónica. Y volvió Cayetano por gaoneras preñadas de categoría.

Después, buena voluntad en una labor aseada ante su primero, noble y sin gracia por el pitón derecho, y brusco por el otro; y justificad­o ante las pocas opciones del quinto, descastado y sin clase.

Urdiales mostró su alegría por el triunfo de su amigo, de quien recibió un sentido y emocionado brindis; pero el riojano no tuvo posibilida­d alguna con un lote infumable, bruscos y broncos los dos, pero a ninguno les perdió la cara, y en ambos destacó por su valerosa disposició­n y actitud de figura. Personalís­imo brotó un quite por chicuelina­s al tercero, cerrado con una media de cartel y con dos bellas verónicas y otro remate inspirado recibió al cuarto.

Gran tarde de toros en Bilbao; ocurre cuando el toreo, ese misterio insondable, se hace presente. Y bajó de las alturas para hacerse humano de la mano de un elegido: Paco Ureña.

 ?? FERNANDO DOMINGO-ALDAMA / TOMADA DE EL PAÍS ?? Ovación. Paco Ureña, a hombros por la puerta grande de la plaza de Bilbao.
FERNANDO DOMINGO-ALDAMA / TOMADA DE EL PAÍS Ovación. Paco Ureña, a hombros por la puerta grande de la plaza de Bilbao.

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