Diario Expreso

LAS FUTURAS POLICÍAS AMAZÓNICAS

Son 107 jóvenes que se instruyen para lucir el uniforme, en Tena; su objetivo: ayudar a su comunidad con la lengua; su cultura se respeta

- EMERSON RUBIO rubioe@granasa.com.ec ■ QUITO

INSTRUCCIÓ­N. CIENTO SIETE MUJERES DE LOS PUEBLOS KICHWAS, SHUAR Y WAORANI SE PREPARAN ARDUAMENTE EN TENA, DESDE MAYO DE 2018, PARA VESTIR EL UNIFORME POLICIAL. HACER RESPETAR SUS LENGUAS Y COSTUMBRES SERÁ PARTE DE SUS TAREAS.

Charapa shunkuta chukuanma... retumba, al unísono, afuera del Centro de Formación Policial. Son 107 mujeres que entonan esa canción, en quichua, mientras enfilan, alineadas y bajo la lluvia, hacia una choza de la Subzona Napo N° 15. Siguen, a rajatabla, las instruccio­nes en español de la subtenient­e Karina Paucar. Entienden, y también el canto, que significa ‘quisiera tener el corazón de tortuga’, porque ellas son... las aspirantes del primer proceso de policías amazónicas del país. ¡Histórico!

Empezó en mayo de 2018. Lo recuerda, más de un año después, la subtenient­e Paucar, jefa de estudio e instrucció­n (encargada), del centro. Más de dos mil mujeres postularon. Pero no todas lograron ingresar. Hoy, 78 kichwas, 28 shuar y una woarani avanzan por la recta final, el cuarto y último período para convertirs­e en marzo próximo en técnicas de seguridad ciudadana y orden público. El objetivo, reconoce la oficial, es “reclutar futuras policías amazónicas para que nos ayuden a estrechar lazos con cada una de las comunidade­s, nacionalid­ades”. Este proceso no es diferente del regular (con mestizos), confirma.

En el Tena, la tarde del miércoles, el termómetro marca 28 grados centígrado­s. No para de llover. Las aspirantes reciben clases en tres salones. En el paralelo B, por ejemplo, el sargento Gutiérrez imparte ‘Metodologí­a de la Inteligenc­ia Policial’. Usa

un proyector y habla sobre cómo ellas, cuando sean profesiona­les, podrán “llegar al cabecilla de la acción delictiva”. Lo atienden. Y, con posturas casi perfectas, moños y labial, apuntan en sus cuadernos y computador­as. Algo parecido ocurre en el A y el C.

Erika Keme Alvarado sale del salón un rato para contar por qué desde que empezó el curso no ha podido regresar a su casa. Ella es la única waorani del centro. Nacida en la comunidad Toñampari (Pastaza) y con 23 años, la aspirante -traje policial, labios vino, pestañas rizadas- cuenta que desde pequeña le llamó la atención la actividad que los policías hacen. Eso la impulsó a ingresar a las filas de la institució­n. Motivada por

su hijo, de 5 años, ha logrado avanzar hasta casi convertirs­e en una policía. Y amazónica.

Viajar a su hogar, dice, es extremadam­ente difícil. Sobre todo si no se tiene el dinero suficiente para subirse en una avioneta. Entonces, hay otra forma: 24 horas en canoa por el río Curaray. No lo ha hecho hasta ahora. Tardaría más de dos días en ir y volver y en la escuela apenas tiene el fin de semana libre (régimen internado). Pero... no pasa nada. Su familia sí ha salido de la comunidad para verla. Su meta ahora es graduarse y, enseguida, volver a su tierra. Quiere ayudar a esos “jóvenes que empiezan a consumir”. A esas personas que no hablan español...

El centro de formación es un edificio de dos pisos. Allí están situadas las aulas y también el área donde trabajan las instructor­as, como Kati Andi, Andrea Shiguango, Karina Shiguango (no son hermanas), Yessenia Mesías; y el asesor pedagógico Luis Chicaiza. Todos policías. Allí hacen los informes, corrigen los trabajos de las aspirantes... Y Paucar muestra deberes hechos por las jóvenes. Un mapa del Ecuador que tiene un 10/10. Dibujos hechos con paciencia y mucha técnica. “Son muy creativas”, afirma.

En el tiempo que llevan en formación han recibido materias como instrucció­n policial, doctrina, gestión del conocimien­to... 11 o 12 por período. Recalca la subtenient­e: la malla curricular es la misma a la que acceden hombres y mujeres en los procesos regulares. Los mestizos. Y en este último curso, las mujeres indígenas se preparan para la práctica de tiro. Siempre siguiendo las normas.

Existe un reglamento de disciplina, dice Paucar. Cumplir los horarios, la correcta postura, el maquillaje; además, no tienen autorizado salir de la escuela... O pueden haber sanciones. Eso sí, la institució­n respeta sus culturas. Cuando cantan el Himno Nacional, lo hacen en quichua. El jueves que hay misa, las que no comparten la religión, no asisten. Cuando salen franco (días libres), usan las pachas, la vestimenta tradiciona­l.

En el receso, en la choza de la Subzona Napo número 15 -tras haber entonado la canción quichua, algunas comen pan con plátano y, al terminar -con el permiso de la subtenient­e-, corren a sus dormitorio­s. Quieren enseñar su traje que usan cuando dejan el centro. ‘Ñuka shuti mi kan’ Nori Estefanía Suárez Hualinga. Así se presenta una aspirante quichua. Quiere decir: “Mi nombre es...”. Nacida en la comunidad de Boveras (Pastaza) y con 21 años, la joven cuenta que la ropa que lleva puesta -un vestido azul, collar con pepas de San Pedro- es para solteras y lo usan para eventos especiales.

En su rostro tiene diseños amazónicos. Y la maestra de este arte es Ligia Santi, nacida en la comunidad de Sarayacu (Pastaza), quien, con tinta negra va dibujando en la piel de sus compañeras. Lo aprendió en su tierra. Y es un ritual que se repite cuando tienen alguna presentaci­ón de baile (como la que harán en la noche para demostrar sus habilidade­s) o cuando se van franco. Ella, de 22 años, explica que se unió a las filas policiales porque vio la necesidad que existe en las comunidade­s amazónicas. La barrera de la lengua. “No hay servidores policiales que puedan tener contacto porque la gente no los entiende”.

La subtenient­e Paucar está todo el tiempo pendiente de ellas. Recuerda que este es el “primer proceso en el que todas las señoritas aspirantes son de etnias”. Que para que hayan podido ingresar a la institució­n debieron cumplir con diferentes caracterís­ticas, como, además de pertenecer a una nacionalid­ad indígena, pasar las evaluacion­es físicas y piscológic­as y estar dentro del rango de edad (de 17 años a 24 años y 11 meses).

Irene Kunchi Kiau ya ha cumplido los 25. Es shuar y nació en la comunidad de Taisha (Morona Santiago). Su madre, Adriana, siempre la apoyó en esta carrera, pero sus tíos no. Son militares. Nada se interpuso para ella. Quiso ser policía desde mucho antes, pero... cuando debía inscribirs­e para el proceso regular se quedó dormida. Esta vez no iba a dejar escapar nada. Y así lo hizo...

Dice que lo más difícil es estar lejos de su familia, aunque siempre la tiene presente. Su objetivo, además de ayudar a quienes no hablan español, también está enfocado en las mujeres, como un apoyo de género.

Ella, la 25 antigüedad de las 107 aspirantes, tiene un promedio de 9,30/10. Buena estudiante. Se levanta tempranito, dice, a las 04:30. ¿Será? A la madrugada siguiente, jueves, están todas de pie. Se asean, arreglan sus camas a la perfección, forman y, enseguida, salen a trotar. El ejercicio, una rutina fundamenta­l. “Corren mucho”, confiesa Paucar, quiteña. Y tras el ejercicio, se incorporan nuevamente a sus aulas. De 07:00 a 12:00, de 14:00 a 18:00. Es su horario. Y lo cumplen estrictame­nte. Pronto serán una autoridad y estarán al mando.

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KARINA DEFAS / EXPRESO 1 UNA ESTRICTA JORNADA 2 En sus días libres, las aspirantes utilizan la vestimenta autóctona.
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Fuerza. Las jóvenes madrugan a realizar ejercicios, es una práctica frecuente.

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