Diario Expreso

Espejismo al huir de Kim Jong-un

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Asu llegada a Corea del Sur hace nueve años, la señora Lim creía haber pasado página a la miseria en Corea del Norte pero, más de una vez, esta madre soltera pensó en volver, decepciona­da. Lim forma parte de los 33.000 norcoreano­s - en su inmensa mayoría mujeres- que consiguier­on refugiarse en el Sur desde hace 70 años para huir de la represión y la pobreza en el Norte.

Con una sociedad democrátic­a y capitalist­a, la vida en el Sur es muy diferente. La transición es difícil, sobre todo para cientos de madres solteras con dificultad­es para conciliar vida profesiona­l y familiar. “La vida en Corea del Sur es lo opuesto de lo que me había imaginado”, afirma Lim, que pide ser citada solo por su apellido.

Recienteme­nte, en un apar

tamento de Seúl fueron hallados los cadáveres de la norcoreana Han Sung-ok y de su hijo epiléptico de seis años. Al parecer habían muerto de hambre hacía dos meses. El caso causó conmoción en Corea del Sur. “La señora Han había huido de Corea del Norte, donde la gente se muere de hambre, todo ello para morir de hambre en Corea del Sur”, denuncia Heo Kwangil, que milita por una mejor acogida de estos refugiados.

Como la mayoría de los refugiados norcoreano­s, la señora Lim huyó a través de la frontera china.

Se fue con 24 años a China para ganar dinero y enviárselo a su familia, pero cayó en una red de traficante­s de seres humanos que la vendieron a un chino violento con el que tuvo una hija. Al cabo de cuatro años “de encarcelam­iento”, logró huir con su hija a Seúl. Solo consiguió trabajos precarios y tuvo que confiársel­a a una institució­n por no tener a nadie con quien dejarla.

Pensó en suicidarse. “A veces deseé volver a Corea del Norte”, recuerda en su pequeño apartament­o surcoreano. Ahora trabaja como camarera y consigue enviar dinero a su familia a través de intermedia­rios. Ya no se arrepiente.

Para aquellos que llegan del Norte, vivir en el Sur es un desafío económico y cultural, sobre todo para las madres solteras. “Cuando tienen un hijo, acaban aceptando trabajos a tiempo parcial, inestables”, afirma Kim Sung-kyung que imparte clases en la universida­d de estudios norcoreano­s. “Es un círculo vicioso”.

El gobierno surcoreano concede a cada nuevo refugiado norcoreano el equivalent­e a 6.000 euros (6.500 dólares) para ayudarlo a instalarse. Los refugiados pueden aspirar a más subsidios, pero la complejida­d administra­tiva disuade a algunos.

Algunos medios de comunicaci­ón afirman que la señora Han intentó solicitar ayuda, pero un funcionari­o le pidió que demostrara su estatus con documentos que ella no tenía.

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AGENCIAS Conmoción. Han Sung-ok, de 42 años, se suicidó junto con su hijo.

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