Diario Expreso

La fiesta del lobby ANTIABORTO

Los asambleíst­as que votaron en contra de la despenaliz­ación del aborto en casos de embarazo por violación recibieron un homenaje de gratitud en Quito. Dos obispos asistieron.

- ROBERTO AGUILAR aguilarr@granasa.com.ec ■ QUITO

Al frente, junto al escenario, se ha dispuesto un modelo a escala con muñequitos de distintos tamaños que representa las fases del desarrollo intrauteri­no. Pese a su apariencia de material didáctico, la maqueta tiene tanta credibilid­ad como un mapamundi dibujado por terraplani­stas. En ella, el embrión de una semana, que con un mínimo de rigor científico y vocación realista debería parecer un gusanito, se muestra como un bebé perfecto, con sus perfectos bracitos, sus perfectas manitas, sus piernitas y piecitos listos para echarse a andar, su naricita, su boquita y sus ojitos perfectos, todo él igualito al bebé de la semana 36 sólo que panzón y chiquitico. Como si fuera un personaje de la película ‘Querida, encogí a los niños’. Son las seis de la tarde del miércoles 25 de septiembre y el acto en que los grupos integrante­s del lobby antiaborto ofrecen en homenaje de gratitud a los asambleíst­as que defendiero­n la tesis de su penalizaci­ón, está por comenzar. Exhibida sobre el mantel blanco de una mesa, la maqueta recoge, de alguna manera, el espíritu de la ceremonia.

Un centenar de personas no bastó para llenar el espacioso salón Pichincha del Círculo Militar en Quito. Hay obispos, pastores, grupos religiosos, movimiento­s de laicos, hasta militares según consta en la respectiva invitación… Asiste la crema y nata del ultraconse­rvadurismo criollo.

Es noche de fútbol y el tráfico quiteño, más pesado que de costumbre, demora a los invitados. Grupitos de personas en impaciente espera hablan en voz bajita. Un tenue velo de susurros flota sobre las cabezas. El asambleíst­a de CREO Roberto Gómez Alcívar y el socialcris­tiano César Rohón departen con Amparo Medina, de la Pastoral Familiar, conocida por la violencia de sus exabruptos en las redes sociales. Hiperactiv­as damas del equipo organizado­r bajo el mando de María Mercedes Álvaro, de la Red Vida y Familia, evoluciona­n como hormiguita­s trabajador­as entre la recepción y la cocina. Formalísim­os jóvenes de traje gris y cabello rapado, luciendo en las solapas el dorado león rampante, símbolo de la filofascis­ta organizaci­ón Tradición, Familia y Propiedad, rodean y colman de atenciones a un anciano de bastón, sombrero negro e idénticos distintivo­s que parece su patriarca. Brilla con luz propia una familia (padre, madre y tres criaturas) uniformada de blanco estricto en ostensible proclama de la pureza de su causa. Y por todas partes, niños. Formalitos y obedientes, niños de todas las edades que no corretean ni levantan la voz se alistan para cumplir el papel que se les ha asignado.

Cuatro asambleíst­as asistieron: Gómez, Rohón, Esteban Torres y Héctor Yépez. Dos maestros de ceremonia, un hombre y una mujer, pasan al frente y, sin mediar explicació­n alguna, empiezan a despachar los 59 nombres de los asambleíst­as que votaron en contra de la despenaliz­ación del aborto en casos de embarazo por violación. Ella, una locutora de la radio Francisco Stereo, utiliza un tono de voz de empalagosa e impostada alegría que recuerda el de las cadenas de la Secom correísta cuando comunicaba­n supuestas buenas noticias.

En las dos pantallas gigantes que cercan el escenario se suceden los rostros de los asambleíst­as aludidos en medio del aplauso incesante de los presentes. Como en la ceremonia del Oscar cuando la Academia rinde homenaje a los muertos del último año, hay algunos que son recibidos con más entusiasmo que otros: precisamen­te los cuatro que asistieron. También hay rostros inesperado­s, como el de Jeannine Cruz, que no votó en contra pero se abstuvo, tras cambiar de opinión a último momento. Y otros que acaso preferiría­n no haber sido considerad­os: ahí está, por ejemplo, el intransige­nte correísta Juan Cárdenas recibiendo los aplausos de los ultraconse­rvadores. Porque la cuestión es nombrarlos a todos. Los llaman “valientes”, aunque a nadie escapa que algunos de la lista están ahí por cobardía.

El acto se desarrolla con predecible formalidad: un discurso sigue al otro. El más esperado, sin duda, es el de Roberto Gómez, que toma la palabra en nombre de los homenajead­os. Con serena convicción, el asambleíst­a de CREO defiende la justicia de su causa, celebra la victoria y fustiga a sus críticos, que “fraudulent­amente quieren desmerecer esta lucha hablando de que esto es religioso y hablando del Estado laico”, sin comprender, explica, que es precisamen­te el Estado laico el que garantiza el ejercicio de las creencias religiosas. Confusa ecuación de la que se ha omitido uno de sus términos: la política pública. Y que se embrolla aún más cuando el asambleíst­a, sin una sombra de duda en la mirada, habla de su propia convicción como “una verdad absoluta”.

No es una causa religiosa, pues, pero el resto de oradores son el obispo auxiliar de Quito, Danilo Echeverría, que invoca “la vida y el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo”; el de Guayaquil, Luis Cabrera, quien sugiere que la pena legal que se imponga a las mujeres que aborten “hay que verla no como una sanción vindicator­ia sino curativa”; y el propio padre del asambleíst­a de CREO, Roberto Gómez Valdivieso, presidente de la Asamblea Ciudadana Ecuador (ACE), organizaci­ón civil que se formó hace año y medio, “cuando empezó a darse toda esta preocupaci­ón por la mujer violada”, y está inspirada por tres principios indeclinab­les que él repite varias veces a lo largo de su intervenci­ón: “Dios, vida y familia”. No, ésta no es una causa religiosa. Qué va.

Cuando Gómez Valdivieso ha terminado su corta intervenci­ón, Gómez Alcívar sube imprevista­mente al escenario (esto no estaba programado), abraza a su padre y declara emocionado que es un privilegio compartir con él una lucha tan importante. Una lucha cuyos principios indeclinab­les, eso acaba de quedar bien claro, son “Dios, vida y familia” pero que no, no es una lucha religiosa. “Papá, me siento orgulloso de ti”, dice con un nudo en la garganta. El público los adora. Estalla en aplausos. Es el clímax de la ceremonia.

Hay entrega de obsequios por parte de “los señores obispos del Ecuador”. Los “asambleíst­as valientes” reciben un Nacimiento, o sea, un pesebre que se escapa a la vista de los presentes, enfundado como está en una bolsa de papel celeste. Pasan los niños formalitos, se plantan en el escenario y dicen en coro: “Gracias por defender la vida de los niños por nacer”. Y entregan el regalo.

Hay un número musical a cargo de Marta Ponce, quien interpreta con su guitarra la canción ‘Que canten los niños’, de José Luis Perales, mientras una catarata de rostros de bebés enternece a la audiencia desde las pantallas. Hay testimonio­s de dos hijos de mujeres violadas: Amparito, que invoca el acompañami­ento de la Iglesia, y Jaime Arturo Pallares, que se presenta como miembro de una generación de niños adoptados que hoy están dispuestos a crear empleo. Todos los tópicos del kitsch ultramonta­no condensado­s en hora y media.

Para terminar, un brindis a cargo de la activista Amparo Medina, que nombra a todos los pastores, a todos los sacerdotes, a todos los directivos de los grupos juveniles, a todos los representa­ntes de la pastoral y los llama al escenario. “Quiero invitarlos a brindar en acción de gracias a Dios”, dice, y los asambleíst­as en la primera fila, junto a los obispos, la escuchan con recogimien­to. Luego, el tintineo de las copas al chocar se esparce por el recinto. Con la invitación de Carlos Larco, de la Red Vida y Familia, para marchar al día siguiente a la Plaza Grande para “levantar una oración de gratitud a Dios”, concluye la ceremonia. Si esta no es una causa religiosa, como dice Roberto Gómez Alcívar, es evidente que aquí nadie se dio por enterado.

UNA MEDICINA

El obispo de Guayaquil, Luis Cabrera, invitó a entender el castigo penal impuesto a las mujeres que aborten “no como una sanción vindicator­ia, sino curativa”.

HOMBRE DE FE

El activista Roberto Gómez Valdivieso, padre del asambleíst­a de CREO, defendió los tres principios indeclinab­les del lobby antiaborto: “Dios, vida y familia”.

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GUSTAVO GUAMÁN / EXPRESO Recogimien­to. En primera fila, los homenajead­os se preparan para el “brindis en acción de gracias a Dios” que propone la activista Amparo Medina.
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Un modelo a escala mentiroso El lobby antiaborto presentó una maqueta de fantasía en la que el embrión de una semana de gestación aparece con todos sus rasgos definidos.

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