Diario Expreso

Evo se fue

- MARÍASOL PONS CRUZ colaborado­res@granasa.com.ec

Evo se fue y se fue para bien. Qué pena por México, que acoge todo tipo de actor perseguido. Evo se fue por abusivo, Evo se fue porque no supo leer a su país, Evo se fue porque no quiso entender que los bolivianos no votaron por él; la irresponsa­bilidad es que se fue porque se lo exigieron, se fue dejando el caos, se fue huyendo como uno de esos vándalos que tanto hemos visto en la televisión saqueando propiedad privada.

Qué vergüenza Evo y qué vergüenza el socialismo del siglo XXI, representa­ntes de la descomposi­ción estatal del siglo que cursa. Sus teorías han sido probadas mentiras, los líderes de dicho movimiento son investigad­os por sendas causas penales de malversaci­ón de fondos públicos, es decir, respetado lector, que le robaron directamen­te a su bolsillo.

¿Cuál es el problema ulterior? Que quien trabaja para ir al supermerca­do -cuando le alcanza la plata para ir a hacer la compra- se desgasta a diario con el lastre del modelo que tanto quisieron vender como la solución, ahogado en impuestos y decisiones lejanas a su control. Se pierde la confianza, el mejor ‘commodity’ de la humanidad. La confianza es la base del sistema monetario, el dinero solo puede operar con confianza, la base de las relaciones contractua­les, de las relaciones políticas, de las relaciones amorosas y sociales, del sistema de creencias; la confianza es el manifiesto ciudadano durante las elecciones, que cuando son obligatori­as nos llevan a definir en quién confiamos más entre algunas opciones. La confianza debe depositars­e con informació­n, con objetivida­d, con contraste, caracterís­ticas que se oponen a la emocionali­dad del voto; por eso el miedo es tan poderoso en las campañas políticas. Pero no me alejo del tema central; Evo se va destruyend­o la confianza en su país, su confianza, la del mercado internacio­nal y la de sus inversioni­stas nacionales, que en vista de la situación pondrán su confianza en lista de espera. Toma mucho ganarse la confianza y toma poco perderla. Es nuestra responsabi­lidad individual, como depositari­os de confianza, aprender en quién se confía y en quién no; de no hacerlo, la lección regresa para ser aprendida.

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