Diario Expreso

El centro de Guayaquil, dormitorio de indigentes

No existen albergues nocturnos para habitantes en condición de calle ❚ Solo en el centro, alrededor de 300 personas han hecho de las aceras su habitación

- AUTORES: DANIELA MORÁN YULET HIDALGO

En Guayaquil, pasadas las ocho de la noche, algunas de sus aceras se convierten en el hogar de cientos de personas que durante el día pasan desapercib­idas. La cifra, estimada por organizaci­ones de ayuda a personas en condición de habitanza de calle, es de 300 individuos entre adultos mayores, jóvenes y niños.

Zonas del centro como el malecón Simón Bolívar, las avenidas 9 de Octubre y Boyacá, el parque Chile, entre otras, son los sectores ‘adoptados’ por este grupo vulnerable por la falta de una casa de acogida donde puedan descansar seguros. Algunos han vivido meses, y otros incluso años, entre la pared y el cemento. Sin importar el tiempo, el abandono y el sueño intranquil­o no han dejado de ser para ellos “una pesadilla viviente”.

Según la experta de las Naciones Unidas Leilani Farha, esta es una situación de vulnerabil­idad que violenta los derechos fundamenta­les. Ella, en un informe al Consejo de Derechos Humanos en el 2016, mencionó que con mucha frecuencia se considera que la indigencia “es tan solo un problema de políticas sociales y no una violación de derechos humanos, que puede y debe remediarse con respuestas de derechos humanos”.

Ante esa especie de llamado de atención, en el 2017 el Refugio Espíritu Santo (RESA) fue el primero en brindar una asistencia a los indigentes. Funciona desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde; es un lugar que tiene capacidad para 60 adultos, quienes reciben alimentaci­ón, atención psicológic­a, talleres, misa y espacios para descansar. Al ser el único refugio de la ciudad que labora durante el día, ha recibido un aporte económico del Municipio de Guayaquil a través de la Dirección de Acción Social y Educación (DASE) hace unos meses.

Al margen de esa ayuda, la Alcaldía no cuenta con un proyecto o plan destinado para los indigentes. Así lo afirmó el coordinado­r de la subdirecci­ón de la DASE, Carlos Coello. Sin embargo, la entidad respalda económicam­ente a más de cincuenta organizaci­ones que realizan ayuda social a grupos vulnerable­s.

El coordinado­r de RESA, Marco Escalante, explica el motivo por el cual no brindan alojamient­o nocturno: “El refugio es parte de una iglesia. Entonces, tener un espacio para que los indigentes puedan dormir en la noche implica una lógica distinta: más seguridad y personal de tiempo completo. Además, el lugar no está adecuado para tener camas, con suerte tenemos algunos colchones”. Esto significa que después de las cinco de la tarde, los indigentes tienen que regresar a las calles.

Por la avenida Boyacá, hay quienes improvisan dormitorio­s con cartones o colchones donados por la fundación Pan To Go, grupo de voluntaria­do destinado a la labor social. La organizaci­ón se inició en el 2015 y se dedica a hacer recorridos todos los lunes por la noche en el centro de la urbe, brindando alimentos, medicinas y ropa.

Durante este tiempo ha logrado conectarse con las dificultad­es que enfrentan día a día las personas que carecen de una vida digna. Su objetivo es hacer que salgan de las calles.

El presidente de Pan To Go, Fernando Valverde, reconoce que es una situación compleja porque muchos están atrapados en sus adicciones. No obstante, han ayudado a quienes lo desean. Por ejemplo, a don Raúl, un adulto mayor que decidió recibir la ayuda para poder vivir en un asilo. Por lo general, los ancianos no son recibidos por su cuenta, pues no cumplen con los requerimie­ntos de salud o de identifica­ción que piden esos establecim­ientos.

Un caso similar lo cuenta el padre Wilson Malavé, quien también por las noches, en las afueras de la iglesia San Agustín, comparte alimentos con alrededor de 300 personas necesitada­s. Entre esas historias se encuentra la de Hugo, quien tenía una herida infectada, pero por su apariencia y condición le era negado el ingreso en los hospitales. El sacerdote intervino y así recibió la ayuda que necesitaba.

Como él, son muchas las personas que han pasado por su iglesia. Incluso, algunas han recuperado su empleo y contribuye­n para que otros reciban la ayuda. Malavé hace ocho años que llegó a la ciudad, visibilizó la realidad de las calles guayaquile­ñas y decidió actuar. Él reconoce que es una labor de paciencia y complejida­des, pero reclama un centro donde los indigentes reciban atención completa para que puedan reinsertar­se en la sociedad. Su visión a futuro es crear este sitio. Considera, con base en su experienci­a, que podría ser una de las soluciones para disminuir la mendicidad.

Una tarea como esta es la que se está ejecutando en Quito, entre la avenida 24 de Mayo e Imbabura, lugar que proyecta dar servicio vespertino a 80 personas y nocturno a 15, mayores de 18 años, con énfasis en adultos mayores de más de 70 años.

Es un proyecto llevado a cabo gracias a un convenio entre el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y el Municipio de la ciudad, con una inversión de 380 mil dólares.

Edwin Feijoo, director distrital encargado del MIES en el norte de Guayaquil, comentó que “este año se ha realizado un estudio y propuesta para implementa­r un proyecto similar en Guayaquil desde el 2020, pero aún no se conoce si será con el Municipio o con alguna organizaci­ón de la sociedad civil”.

Por el momento, los indigentes continuará­n recibiendo ayuda de estas organizaci­ones, pero la acción para sacarlos de la calle en su totalidad sigue siendo una incógnita. Cada noche volverán a su esquina con sus cartones y trapos viejos para intentar dormir y, como dicen ellos, sobrevivir al siguiente día.

AGRAVANTE

Como ya ha publicado EXPRESO, el arribo de inmigrante­s venezolano­s ha hecho más evidente la falta de refugios para quienes duermen en la calle.

300 PERSONAS

al menos habitan y duermen en la calle, según estiman organizaci­ones

de ayuda.

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CORTESÍA Un grupo de personas sin hogar se apresta a dormir en una vereda de una calle del centro de Guayaquil.
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