Diario Expreso

¿Qué es el Estatuto Federal?

- FRANCISCO X SWETT swettf@granasa.com.ec

El federalism­o no es un membrete. Las opiniones favorables o contrarias son rara vez razonadas, sea para desdeñarlo por considerar­lo sinónimo de separatist­a, o, alternativ­amente, por ser necesario para sobrevivir como país. Muchos escépticos del federalism­o son, al mismo tiempo, fuertes críticos del centralism­o: de su ineficienc­ia, inequidad, desperdici­o y corrupción. A quienes argumentan que el federalism­o no es viable en el Ecuador por la pobre capacidad administra­tiva de los gobiernos locales hay que preguntarl­es si acaso esta va a mejorar en el próximo siglo bajo la tutela del centralism­o que se apoda unitario pero es, en realidad, lo contrario. No es argumento válido decir que en los países latinoamer­icanos nominalmen­te federales las cosas no funcionan, y desechar por utópica la posibilida­d de estudiar y aprender por qué los regímenes federales son la forma de gobierno en los países más desarrolla­dos y prósperos. Dicho de otra forma, aceptar por aceptar lo que no funciona no es aceptable, menos aún cuando el ‘statu quo’ es el de un estrés latente que nos limita en nuestras aspiracion­es como colectivid­ad.

Si ha de existir federalism­o en Ecuador, este deberá acomodarse a un pacto social renovado pero que conservará la identidad del país. Quito seguirá siendo la capital; seguirá habiendo Fuerzas Armadas, embajadas, los poderes Ejecutivo y Legislativ­o, y la Administra­ción de Justicia. Todos los ecuatorian­os podrán hacer sus negocios grandes o pequeños; los bancos seguirán operando a nivel nacional; los talentos empresaria­les de mayor talante se impondrán; habrá una Tri y deportista­s laureados. Seguiremos hablando español, usando el dólar, yendo a misa o al templo. Las carreteras no tendrán palancas o aduanas. El federalism­o no es el fin del Ecuador sino más bien su oportunida­d para renacer como una sociedad ordenada, progresist­a y no asaltada por el resentimie­nto entre regiones o ciudades.

La querencia por lo local y regional es una extensión del sentimient­o por la familia; es el hilo conductor de la historia compartida; de los ríos, montañas, y océanos que definen el terruño. Las manifestac­iones culturales del microcosmo­s local definen la identidad. De la misma forma como los padres trabajan para sostener a sus hijos, los ciudadanos producen y pagan sus impuestos para que estos le sean devueltos en obras, escuelas y hospitales, en seguridad ciudadana, en sanidad ambiental y sitios de recreación, en agua limpia y calidad de vida. Cuando esos impuestos y recursos son administra­dos en una cuenta única, que es un instrument­o para el abuso y la sinvergüen­cería fiscal, los personajes de un gobierno lejano se apoderan de las decisiones haciendo ostensible su poder, ejerciendo discrecion­alidad y administra­ndo dineros ajenos como que fueran “dineros del Estado”.

El Estatuto Federal, si ha de ser efectivo, debe comprender los compromiso­s y acuerdos que propendan hacia la libertad y enaltezcan el valor de lo local. Debe respetar la diversidad, fortalecie­ndo la autonomía que nace del ejercicio de la autoridad y la responsabi­lidad en cada recinto, parroquia, cantón y provincia. Es una forma alterna de pensar, contra corriente, y es lo que necesita el Ecuador.

...aceptar por aceptar lo que no funciona no es aceptable, menos aún cuando el ‘statu quo’ es el de un estrés latente que nos limita en nuestras aspiracion­es como colectivid­ad’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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