Diario Expreso

América Latina deja sin opción a miles de jóvenes

El descuido de las necesidade­s de los jóvenes contribuye a perpetuar las desigualda­des y los patrones negativos que imperan en la sociedad actual

- XIMENA V. DEL CARPIO Y LAURA L. MORENO EL PAÍS ■ ESPECIAL PARA EXPRESO

¿Sabías que en América Latinoamér­ica y el Caribe hay casi 23 millones de jóvenes que viven en pobreza y casi 4 millones en pobreza extrema? Pero lo más preocupant­es es que carecen de las capacidade­s y oportunida­des necesarias para salir de la pobreza durante sus vidas.

Catalizar el potencial de la juventud no es solo esencial para el bienestar de los jóvenes, sino también para un desarrollo sostenible de sus sociedades.

¿Cómo podemos contribuir todos para asegurar la igualdad de oportunida­des que les permita alcanzar su pleno progreso en un mundo cada vez más competitiv­o?

Un elemento clave es adquirir habilidade­s mediante el sistema de educación formal, secundaria y superior. En la región, los jóvenes de hogares en situación de pobreza asisten en menor proporción a una institució­n educativa. Y aun cuando asisten, no siempre adquieren habilidade­s sólidas en lecto-escritura, lo que les limita la adquisició­n de otras habilidade­s funcionale­s requeridas por el mercado laboral, frenando las posibilida­des de mejorar su situación económica y las de sus familias. Demos un vistazo a la situación en la región:

· En El Salvador, el 11 % de los jóvenes en condición de pobreza extrema está inscrito en el sistema educativo, mientras que, en los hogares no pobres, esa cifra es del 50 %.

· En Paraguay, Brasil y Colombia, el promedio de participac­ión escolar entre los jóvenes, a nivel general, está por debajo de la mitad, con un mayor ritmo de deserción escolar de jóvenes provenient­es de hogares en pobreza.

· A pesar del progreso en la cobertura educativa en Perú, Uruguay y Argentina, estudiante­s a los 10 años presentan deficienci­as en aprendizaj­e, limitando cuanto aprenderán y/o permanecer­án en el sistema educativo.

· Estas brechas en los primeros años se incrementa­n para estudios superiores. En Colombia, por ejemplo, el 11,3% de los jóvenes que provienen de hogares en pobreza se matricula en estudios superiores, mientras más de la mitad (56,7 %) de jóvenes no pobres lo hacen.

Los jóvenes en situación de pobreza están también más expuestos a factores de riesgo, ya que estos enfrentan situacione­s que afectan sus aspiracion­es y opciones

de vida. Muchos jóvenes en situación de pobreza no desarrolla­n sentido de propósito, lo cual afecta negativame­nte su integració­n social y económica.

Uno de estos factores es el crimen y la violencia. Si bien esto afecta a todos los grupos socioeconó­micos, los jóvenes pobres viven con una mayor exposición a la violencia, lo que también conduce a resultados perjudicia­les. Hay una

correlació­n marcada entre las desigualda­des de ingresos familiares y la violencia en adultos jóvenes. Las desventaja­s que enfrentan los jóvenes que provienen de hogares pobres afectan los resultados en la edad adulta, independie­ntemente de la situación financiera como adulto. Esto a su vez influye en el desempeño de estos jóvenes y su capacidad productiva a lo largo de sus vidas.

Alguien podría argumentar que los jóvenes desertan del sistema educativo e ingresan a una edad más temprana al mercado laboral, en donde también, dependiend­o del empleo, estos podrían adquirir habilidade­s que les permitan ser más productivo­s y mejorar su situación en el largo plazo. Sin embargo, en América Latina y el Caribe se evidencian grandes diferencia­s en cuan económicam­ente activos están los jóvenes pobres y no pobres.

Según cifras del Banco Mundial, un cuarto de los jóvenes pobres son “Ni-nis”, es decir, están fuera del mercado laboral y de la educación formal, y un 9 % está desemplead­o (no estudian, pero buscan trabajo). En los jóvenes que viven en situación económica media y alta estas cifras son del 8 % y el 4 %, respectiva­mente.

Estas cifras denotan que una gran parte de los jóvenes en hogares pobres no están acumulando capital humano mediante el sistema educativo ni a través de la participac­ión laboral. Los periodos de inactivida­d y desempleo entre los jóvenes, sea cual sea su nivel educativo, conducen a la erosión de sus habilidade­s y al deterioro de su capacidad productiva. ¿Es falta de interés por los jóvenes o un gran descuido del activo principal de la región, su juventud?

Estar ausente del sistema educativo y del sector económico afecta la motivación y confianza de la persona, perjudican­do la capacidad de la persona de entrar a la economía y aportar a ella si la demanda laboral aumenta, y si se abren oportunida­des laborales. Además de la deserción del sistema educativo y la baja capacidad de absorción de trabajador­es en la economía, también hay factores subjetivos que afectan la capacidad de transición de los jóvenes, como lo son la necesidad de conexiones sociales o networks informales para acceder a un empleo o presencia de discrimina­ción en el mercado laboral.

Todas estas limitacion­es que enfrentan los jóvenes en nuestros países -sean factores objetivos o subjetivos- contribuye­n al continuo descuido de este valioso recurso humano.

Si realmente creemos que los jóvenes son nuestro divino tesoro entonces debemos empezar a derrumbar las barreras que limitan su desarrollo y contribuci­ón. Descuidar a los jóvenes es contribuir a perpetuar las desigualda­des de hoy y los patrones negativos de la sociedad.

Por lo tanto, la pregunta no es ¿deberíamos invertir en los jóvenes?, es: ¿podemos darnos el lujo de no hacerlo?

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BANCO MUNDIAL / EL PAÍS Educación. En países como Brasil, Colombia y Paraguay, el promedio de participac­ión escolar entre los jóvenes está por debajo de la mitad; en la gráfica estudiante­s de Nicaragua.

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