Diario Expreso

Inicia el juicio por sobornos que toma el pulso al sistema

AUSENCIA. La Corte Nacional avanza el enjuiciami­ento de Correa sin él presente

- ROBERTO AGUILAR aguilarr@granasa.com.ec ■ QUITO

Por lo ajustado de los tiempos y por los reiterados intentos de aplazar la audiencia que da inicio al juicio por el caso Sobornos se puede medir la trascenden­cia nacional del enjuiciami­ento al expresiden­te Rafael Correa y a sus más cercanos colaborado­res en la última década. No solo está en juego el futuro judicial - y político- del exmandatar­io, sino la capacidad de la Fiscalía de sostener una grave acusación de red criminal gubernamen­tal, y del sistema judicial, de depurar la corrupción que perjudica al país sin lugar a resquicios de impunidad.

EL DATO

Duración. Con las 800 pruebas que deben exponerse, a petición de Fiscalía, Procuradur­ía y de las defensas, está previsto que el juicio dure meses.

Ocho y cuarto de la mañana: el juez Iván León, vestido por primera vez con toga negra luego de la resolución que la hace obligatori­a, pronunció las tan postergada­s palabras “queda instalada la audiencia del caso Sobornos 20122016” y el proceso entró finalmente en un camino sin retorno. “¡Se instaló!”, murmuró con una exhalación y una sonrisa el autor de la investigac­ión periodísti­ca que descubrió el caso, Fernando Villavicen­cio, sentado al fondo de la sala del octavo piso de la Corte Nacional. E hizo un gesto terminante con la mano. Comenzó así la primera jornada del juicio, durante la cual la causa de la Fiscalía recibiría un espaldaraz­o inesperado de parte de uno de los propios procesados: Pedro Verduga, de la compañía constructo­ra Equitesa, acusado de pagar sobornos, confirmó que sí, que lo hizo por presiones de la asesora presidenci­al Pamela Martínez.

Afuera, con luctuosas banderas negras, un grupo minúsculo de correístas montaba guardia desde temprano sobre la vereda, aunque no por mucho tiempo: inconstant­es o poco convencido­s, abandonaro­n su lugar antes del mediodía.

Todavía después de instalada la audiencia, el abogado de Jorge Glas, Harrison Salcedo, famoso por haber enviado a la jueza Daniela Camacho (“sin ánimo de ser grotesco ni mucho menos lastimero”) una fotografía de sus heces fecales sanguinole­ntas para justificar una ausencia por problemas intestinal­es, hizo un último e infructuos­o intento por detener las cosas. Con cortesía, el juez León lo mandó a sentar. De nada sirvió tampoco el nuevo recurso de diferimien­to presentado por el defensor de Rafael Correa, Fausto

Jarrín, con el argumento de que el Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos los recibirá el jueves próximo. También está pendiente un proceso de recusación del tribunal interpuest­o por el mismo abogado. Sin embargo, León decidió que ya estaba bien de demoras. Al expresiden­te Rafael Correa, nueve funcionari­os de su gobierno incluyendo a su vicepresid­ente, Jorge Glas, y a su secretario jurídico, Alexis Mera, y once empresario­s del ramo de la construcci­ón implicados por la Fiscalía en el esquema de sobornos, se les acabó el tiempo. El juicio del siglo ha comenzado.

Todo en este caso es lento y parsimonio­so: con las palabras preliminar­es de la fiscal Diana Salazar, el procurador del Estado, Íñigo Salvador, y los 21 abogados defensores se agotó la primera mañana del proceso. Por la tarde arrancó la segunda y decisiva etapa de exhibición de pruebas, contenidas en una muralla de cajas de cartón que reposan, intimidant­es, en medio de la sala. Examinar todo eso puede tomar meses.

Quedaron sentadas las teorías del caso de ambas partes. La de los acusadores es clara: “Entre los años 2012 y 2016 -dijo Salazarse instauró una estructura delincuenc­ial integrada por varios funcionari­os públicos designados como ministros, secretario­s de Estado, gobernador­es y asesores, cuyos roles facilitaro­n la aceptación y el recibimien­to de ofertas, promesas o dones, ofrecidos y entregados por varios empresario­s nacionales y extranjero­s a cambio del otorgamien­to de contratos de obras de infraestru­ctura, concedidos con violación a los principios de la contrataci­ón pública, usando la excepciona­lidad para dar a sus actuacione­s una apariencia de legalidad”. Se habló de “cruce de facturas”, se dijo que las empresas implicadas cancelaban las cuentas de los proveedore­s del movimiento Alianza PAIS, se tipificó el delito como cohecho y se identificó plenamente al jefe de la banda: “El mando de esa estructura criminal estaba a cargo del máximo representa­nte de la Función Ejecutiva”.

“La Procuradur­ía -añadió Íñigo Salvador- demostrará que Rafael Correa cumplió dos roles: uno en la cúspide de la pirámide, como ordenador de gastos, y otro en la base de la pirámide, como beneficiar­io”.

Uno por uno, los abogados de los 21 acusados, algunos de los cuales siguieron el proceso vía videoconfe­rencia desde Guayaquil (Alexis Mera, Viviana Bonilla…) o desde la cárcel (Jorge Glas), negaron el cometimien­to de cohecho; insistiero­n en que los contratos de los que habla la Fiscalía, presuntame­nte obtenidos a cambio de sobornos, no han sido examinados por auditores o peritos; y que los acusadores no han dicho sino generalida­des y no han demostrado cómo, cuándo y dónde se ha producido el cohecho que pretende demostrar. Sin embargo, no hubo en ellos la unanimidad que habría convenido a los acusados. Primero Calixto Vallejo,

LA FRASE

La corrupción desprestig­ia la función pública, traiciona la confianza del pueblo y lo condena a la pobreza.

DIANA SALAZAR, fiscal general del Estado

abogado de Viviana Bonilla, sobre quien pesa la acusación de haber financiado su campaña a la Alcaldía de Guayaquil con este tipo de fondos mal habidos, y luego María Gabriela Moreira, abogada de Pedro Vicente Verduga, de la compañía Equitesa, terminaron trabajando a favor de la causa de la Fiscalía.

¿Preguntaba la defensa de Correa, Glas, Alexis Mera, María Duarte y otros acusados cómo se producía, en la práctica, el cohecho? El abogado de Viviana Bonilla se lo dijo: “el tesorero del movimiento Alianza PAIS mandaba facturas en blanco a Pamela Martínez y ella las llenaba con los nombres de las empresas”. ¿Negaban los empresario­s haber tenido cualquier tipo de contacto con la asesora presidenci­al Pamela Martínez,

a quien la Fiscalía adjudica el papel de operadora de la trama de corrupción junto con Laura Terán? Pedro Verduga, que a sus 81 años pidió, desde Guayaquil, permiso para retirarse, y no parece estar dispuesto a complicars­e demasiado la vida en este asunto, dijo lo contrario a través de su abogada y confirmó la teoría de la fiscal: que sí, que él pagó a Pamela Martínez porque lo presionaba y lo amenazaba con no cancelarle las facturas de obras ya entregadas; que desconocía el destino de esos pagos, pero que Martínez ejecutaba las presiones “como supuesta vocera de quien titulariza­ba la cartera de Estado”, es decir, la ministra de Obras Públicas: María Duarte.

La exministra se ponía de pie, caminaba nerviosame­nte, daba vueltas, pretextaba un problema de circulació­n y salía de la sala (pese a la petición del juez León de que no lo hiciera), desaparecí­a de la vista… Y lo de Verduga no paraba ahí: no sólo fue presionado en su momento por Pamela Martínez, para pagar, sino que lo había sido hasta la víspera por otro de los procesados, cuyo nombre la abogada mantuvo en reserva, para que firmara un contrato de servicios profesiona­les con el cual justificar algunas de las facturas que son parte del expediente. Esas fueron las mayores revelacion­es del primer día del juicio por el caso Sobornos. La teoría de la Fiscalía recibió un espaldaraz­o de donde menos se esperaba (de la abogada de uno de los propios acusados) y se abrió un nuevo frente de investigac­ión para su causa.

En cuanto al abogado de Rafael Correa, el ultracomun­ista Fausto Jarrín, que encabeza su perfil de Twitter con una hoz, un martillo y un perfil de Lenin (Ulianov, no Moreno), apeló a la “filantropí­a” y a los “actos humanitari­os” al amparo de la Ley de Economía Popular y Solidaria, que “contempla las cajas comunes”, y dijo a quien estuviera dispuesto a creerle (no la fiscal y el procurador, por supuesto) que “De eso se trataba ese fondo”. Filantropí­a, está clarísimo. ¿Qué más podía ser?

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ANGELO CHAMBA / EXPRESO Diligencia. Fernando Villavicen­cio, el periodista que investigó el caso, ingresó ayer a la Corte Nacional.

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