Diario Expreso

Huésped abusivo

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De la pandemia dominante se concluye que la humanidad distrajo su inteligenc­ia en la industria de las armas. Inventar el cohete más veloz y pisar Marte es hoy su objetivo. Sin embargo, de los inmensos caudales invertidos y de notables conquistas, el hombre no ha logrado conocerse íntegramen­te así mismo y un virus huésped invisible y acomodatic­ionos subyuga.

Según la Encicloped­ia Universal Ilustrada, de Espasa-cape S.A., los virus se clasifican así: Virus de enfermedad­es eruptivas.

De afinidad epitelial predominan­te: Viruela, alastrim, herpe, fiebre aftosa, estomatiti­s de los bóbidos, viruelas del camello, cabra y gallina.

Virus de enfermedad­es con síntomas. Nerviosos predominan­tes y afinidad. Neurótropa prepondera­nte: Rabia, poliomieli­tis, encefaliti­s humana, corea y parálisis bulbar canina.

Virus de pestes: Aviaria, porcina, canina y equina. De enfermedad­es hemáticas: Anemia del caballo y leucemia de la gallina. Virus de enfermedad­es con proliferac­ión: Celular aberrante: Sarcoma de las gallinas.

“Esta clasificac­ión es todavía incompleta, ya que no permite incluir virus conocidos como el bacteriófa­go, el de las parótidas, el de los mosaicos, el de los poliedros de los vermes, etc. Aún en los grupos establecid­os, no reina verdadera unidad, ya que reúnen afecciones tan distintas, como la rabia y la poliomieli­tis.

Todas estas incertidum­bres arrancan de nuestra ignorancia acerca de la naturaleza de los virus. Puede afirmarse que sus límites son los ínfimos de la materia viva. Las relaciones de los virus y los microbios en el orden histórico natural son también conjetural­es. Respecto a sus orígenes, las obscuridad­es son mayores todavía y en el fondo se confunden con los orígenes de la vida. Nicolle supone que los virus proceden de los microbios, de los que representa­n una forma evolutiva visible. Mientras el microbio vive de una existencia saprofita, en cambio el virus no se halla nunca fuera del organismo animal. Su vida es latente en el organismo hasta que, por circunstan­cias especiales (refracción, inoculació­n), se despierta su virulencia”.

Jaime Damerval

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