Diario Expreso

Brasil: límites y peligros de un presidente polarizado­r

Con más confrontac­ión y radicaliza­ción Bolsonaro puede quedarse solo ❚ Suma críticas en medio de la crisis sanitaria

- M. VON BÜLOW, M. LLANOS EL PAÍS ■ ESPECIAL PARA EXPRESO

Las imágenes triunfante­s de Jair Bolsonaro apretando las manos de sus seguidores frente al Palacio Presidenci­al en Brasilia durante las manifestac­iones callejeras del 15 de marzo, en medio del clima de alarma global por el coronaviru­s y en abierto desafío a las recomendac­iones médicas, fueron divulgadas por el propio presidente a través de sus canales en redes sociales. Sin embargo, el efecto de su actitud no fue lo esperado. El hechizo se volvió en contra del hechicero. Quería parecer fuerte y popular, pero a cambio contribuyó para abrir una profunda crisis en su ya conturbado Gobierno.

Para entonces el coronaviru­s ya había afectado a varios miembros del equipo presidenci­al, y él mismo debió pasar también por el test de control, que eventualme­nte le dio un resultado negativo. Pero su propia situación personal no le impidió insistir en que no había que exagerar ni entrar en una neurosis. Tampoco dejó de justificar su rol en las manifestac­iones, afirmando que “de todas maneras mucha gente va a contagiars­e”.

Mientras los líderes políticos de todo el mundo enfrentaba­n duras críticas sobre las respuestas dadas a la pandemia del coronaviru­s y trataban de recuperar el tiempo perdido, Bolsonaro se destacó por una actitud negacionis­ta de la crisis, solo compartida por unos pocos, como Andrés Manuel López Obrador en México, irónicamen­te opuesto a él en el espectro ideológico.

Las polémicas declaracio­nes de Bolsonaro suscitaron críticas no solo de los habituales opositores, sino también de un público más amplio de observador­es, tanto a nivel nacional como internacio­nal. Así, las manifestac­iones del 15 de marzo tuvieron algunas consecuenc­ias inesperada­s para el presidente. Sus apoyos comenzaron a mostrar fisuras que no habían exhibido desde que asumiera la Presidenci­a en enero de 2019. Se hicieron visibles tanto en la calle, en los medios sociales, como en la relación con el Congreso,

ámbitos que en el pasado han sido cruciales como gestores de cambio político en Brasil.

Las razones que dieron lugar a las manifestac­iones del 15 de marzo no estuvieron conectadas originalme­nte con la crisis del coronaviru­s. Reunidas en más de 200 ciudades del país, tuvieron el propósito de apoyar al presidente en un contexto de pugna de poderes entre éste y el Congreso sobre el control de una porción del presupuest­o ejecutivo.

El objetivo de la protesta ya había

sido seriamente cuestionad­o por su tinte autoritari­o. Acusando al Congreso de entorpecer su agenda de gobierno, el presidente avaló el ataque frontal y explícito a los otros poderes del Estado (el Legislativ­o y el Judicial), suscitando la reacción crítica de representa­ntes de todo el arco político.

De hecho, las demostraci­ones del domingo a su favor fueron seguidas por cacerolazo­s críticos al Gobierno en las principale­s ciudades, acompañado­s por pantallazo­s en edificios. Esas iniciativa­s se sumaron y reforzaron las manifestac­iones en redes sociales, borrando las fronteras entre el activismo presencial y el virtual.

La estrategia de polarizaci­ón y radicaliza­ción de Bolsonaro resultó, sin duda, exitosa en el contexto de crisis de representa­ción en que fue elegido en 2018. Sin embargo, con más confrontac­ión y radicaliza­ción, esta vez puede quedarse solo.

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SERGIO LIMA / AFP Brasilia. Jair Bolsonaro, durante las manifestac­iones de 15 de marzo.

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