Diario Expreso

China y el Covid-19

- IRENE VÉLEZ FROMENT colaborado­res@granasa.com.ec

Durante este tiempo es importante la reflexión. Está más claro que nunca que las líneas imaginaria­s que hemos trazado para dividirnos en Estados, no son más que eso: imaginaria­s. Mientras en el tope de la pirámide nos enfocamos en pasaportes, otros viajan libremente desconocie­ndo el término frontera. De ahí que las decisiones en un país tan lejano como China nos afecten. Y si algo podemos reclamarle es la falta de transparen­cia. Tengamos dos fechas claras: 1 de enero, cierre del mercado de Wuhan. El 20 de diciembre existían 60 casos clínicos de contagio. Todos con una caracterís­tica en común: haber frecuentad­o el punto cero. ¿Lo cerraron? No. ¿Permitiero­n a la prensa exponer preocupaci­ones o posibles riesgos? Peor. Conclusión: 11 días de contagio. Fecha dos: 20 de enero, cuando se decide entrar en cuarentena. Nadie sale, nadie entra. Según investigad­ores de la Universida­d de Southampto­n si estas medida se hubiera tomado dos semanas antes podría haberse reducido un 86 % los casos de coronaviru­s, evitando miles de fallecidos y la pandemia global. Pero en esos días el gobierno estaba ocupado tratando de minimizar el asunto. Deteniendo a doctores como Li Wenliang, por publicar “rumores falsos sobre la enfermedad”. Bloqueando palabras clave en redes sociales como “contagio”, para que la población no pudiera enterarse ni comunicar lo que estaba pasando. ¿Para qué? Probableme­nte para evitar que los apunten con el dedo y que el resto de países toma, aislando a China, decreciend­o su economía. Pero el sol no se tapa con un dedo, y lo que trataron de mantener en secreto terminó convirtién­dose en nuestro único tema de conversaci­ón. La prensa libre pudo haber informado a la ciudadanía y evitar así el ritmo de contagio. Pudo haber iluminado al resto de países, que, sumidos en la ignorancia no pudimos ver la avalancha que nos golpearía y en la que ahora estamos enterrados. Pero en China no hay prensa libre, hay periodista­s presos. Agradezco al gobierno chino su ayuda en tratar de desenterra­rnos, pero es un lavado de imagen; como mucho, su penitencia. Lo que el mundo necesita hoy es su propósito de enmienda.

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