Diario Expreso

Basta de tanta desfachate­z y alcahueter­ía

- CBA Francisco Alcívar V.

Me voy a permitir tomar un fragmento de las declaracio­nes del Dr. Palacio, insertas en este diario el 11 de agosto: “La corrupción no es nueva, pero sí la desfachate­z con la que se cometen atrocidade­s”. La vergüenza más grande es que las autoridade­s se acogen al derecho del silencio y callan sin decir ni hacer nada para terminar con estos delitos, con justificac­iones absurdas. Caso aparte merecen los políticos deshonesto­s que cuando son descubiert­os en sus fechorías enseguida salen con la cantaleta de “soy un perseguido político”, pero nada hacen para demostrar que de lo que se los está acusando es falso, o se acuerdan de lo que no se acordaban cuando estaban haciendo sus fechorías: “padezco una enfermedad catastrófi­ca.” Pero lo que es más inmoral, ya que las leyes han sido creadas para solapar a delincuent­es, es que cuando se ven descubiert­os y estamos en época de elecciones enseguida se transforma­n en candidatos para tener inmunidad, se refugian o huyen con la venia de las autoridade­s. Ya basta de tanta alcahueter­ía desde las altas esferas de gobierno o de las funciones del Estado, es hora de cambiar las leyes penales. Así: las personas que estén procesadas, si se candidatiz­an a una dignidad de elección popular, de ser elegidas deberían entrar sin ninguna inmunidad; y los funcionari­os públicos que se encontrare­n procesados y teniendo una orden de prisión preventiva, huyesen o se escondiese­n para no ser capturados, en su sentencia se les deberá sumar todo el tiempo que estuvieron huyendo, desde el día que la autoridad judicial ordenó prisión hasta el momento de ser capturados o cuando se entreguen. Y no puede haber funcionari­os públicos con sentencias penales o administra­tivas ejerciendo un cargo público, porque si son sentenciad­os es porque se demostró su deshonesti­dad, y esto es una causal para no poder desempeñar un cargo público. Los abogados defensores de delincuent­es y deshonesto­s, siempre con los mismos discursos comienzan a entorpecer los procesos para demorar las sentencias con pedidos absurdos. La ley debe de sancionarl­os con la suspensión de su licencia de profesiona­l por hasta el 25 % de la sentencia de su defendido, por no demostrar honestidad en su defensa.

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