Diario Expreso

La sexta extinción

- EMILIO ROMERO JOUVIN colaborado­res@granasa.com.ec

Existen amenazas capaces de destruir de un zarpazo la vida en la tierra (toda o gran parte). Esos eventos están catalogado­s como “de gran impacto pero baja probabilid­ad”. Una guerra nuclear, por ejemplo, o el impacto de un asteroide, una gran erupción de un volcán o una masiva eyección de masa coronal del sol... Y hay quienes dicen que -hoy en díadeben sumarse a esa lista, catástrofe­s producidas por inteligenc­ia artificial (por accidente o a propósito) y el desarrollo de armas biológicas muy avanzadas... En ese catálogo han estado las pandemias también.

Pero como no ha habido una guerra nuclear a gran escala, y como la última gran erupción volcánica de tales proporcion­es fue la de Tambora (1815), y la más reciente tormenta geomagnéti­ca (el evento Carrignton) fue un par de décadas antes de que se inventara el foco, no tenemos memoria suficiente como para que la amenaza nos quite mucho el sueño.

(SARS-COV2: – “Hold my Beer”).

Virólogos y epidemiólo­gos nos han tenido al tanto, durante años, del peligro de una enfermedad viral que pueda tener efectos globales, como la que estamos viviendo; pero parece que (salvo quizá Taiwán) nadie hizo mucho caso.

Los estragos que está causando la pandemia se ven reflejados en muchos frentes. Y como no hemos estado preparados para prevenirlo -en la media de lo que hubiese sido razonablem­ente posible-, estamos ahora apurados en tratar de remediarlo. Y ponemos las esperanzas en la vacuna. Pero no es tan sencillo el tema. La velocidad con la que está tratando de producirse esa vacuna es vertiginos­a; y, algunos sostienen, peligrosa. Pero, ¿tenemos alternativ­a (más allá de la inmunidad de rebaño)?

Inocular con una vacuna lanzada prematuram­ente puede hacer más daño que bien (en 1955 la vacuna contra la polio causó polio en 70.000 niños). Hasta que una vacuna no se pruebe en docenas de millones de personas no puede considerár­sela confiable. Por regla general, luego de los ensayos controlado­s-aleatoriza­dos, deberían pasar meses o años para tan solo saber si funciona. Y este proceso, que ordinariam­ente tarda mucho, está comprimido en meses. Lo cual eleva las posibilida­des de error. Y tan solo se sabrá si la vacuna es segura y cuánto duran sus efectos, cuando se hayan vacunado millones de personas.

Los ‘anti-vaxxers’ (que consideran las vacunas como peligrosas, como un engaño o simplement­e una conspiraci­ón) no son hoy en día los únicos que no quieren inocularse. Estadístic­as verdaderam­ente aterradora­s demuestran que en EE. UU. más de la mitad de las personas optará por no vacunarse; no por nociones de principios, sino porque no confían en que un proceso -que por sensatez debe llevar años- sea manejado con tanta celeridad. El simple nombre de la Operación en EE. UU. para conseguir la vacuna rápidament­e (Warp Speed) es de lo menos feliz... Bautizar así un proceso que debe tomar años y lograr la confianza de la gente, es, por decir lo menos, contraintu­itivo.

Al menos hemos tenido algo de suerte con que el índice de mortalidad no sea tan alto como en otros casos de pandemias en el pasado, porque, incluso en pleno siglo XXI, no hemos estado preparados.

Dicen que la historia casi nunca se repite... Puede ser, puede ser que no se repita... Pero siempre rima.

Estadístic­as verdaderam­ente aterradora­s demuestran que en EE. UU. más de la mitad de las personas optará por no vacunarse; no por nociones de principios, sino porque no confían en que un proceso que por sensatez debe llevar años- sea manejado con tanta celeridad’.

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ADRIAN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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