Diario Expreso

El modelo armenio para Bielorrusi­a

- CARL BILDT Fue primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de Suecia. Project Syndicate

Los bielorruso­s se lanzaron a las calles a protestar en cantidades sin precedente­s y se niegan a dejarse intimidar por la violencia estatal. El presidente Alexander Lukashenko fue incapaz de concretar su intento de robar otra elección y prolon- gar su permanenci­a en el poder. Muchos comparan la situación bielorrusa con las revolucion­es Naranja y Maidán de Ucrania en 2004-05 y 2014, pero Bielorrusi­a no es Ucrania y no resulta especialme­nte útil aplicar el modelo Maidán a lo que está ocurriendo en Minsk y otras ciudades y pueblos bielorruso­s. Aunque las cuestiones internas de corrupción y mala gestión influyeron en los eventos en Ucrania, el principal factor fue el deseo de incorporar al país al redil europeo. El movimiento Maidán fue una respuesta directa al intento del presidente ucraniano Víktor Yanukóvich de abandonar la causa de integració­n y reforma europea; los revolucion­arios se movilizaro­n abiertamen­te bajo la bandera de la Unión Europea. El levantamie­nto en Bielorrusi­a es diferente, los problemas internos claramente tienen un papel más destacado y las cuestiones sobre la orientació­n del país hacia Europa o Rusia están casi totalmente ausentes. Los bielorruso­s simplement­e se hartaron del reinado de 26 años de un hombre que cada vez está más alejado de la sociedad. Aunque cada revolución política debe forjar su propio camino, existen modelos que pueden ayudar a los observador­es externos a entender qué puede deparar el futuro. Yo intentaría una analogía con Armenia en la primavera de 2018, cuando las manifestac­iones masivas forzaron la renuncia de Serge Sargsián, quien ocupó la presidenci­a durante muchos años, e inauguraro­n una nueva era democrátic­a en el país. Armenia tuvo siempre una relación estrecha con Rusia por motivos históricos y estratégic­os. Se temió que Rusia intervendr­ía de algún modo para impedir otra «revolución de colores» en una ex república soviética, pero como la orientació­n geopolític­a armenia no daba señales de cambio, parece que el Kremlin se autolimitó. La meta inmediata es que un gobierno de transición prepare el terreno para convocar a una nueva elección presidenci­al con supervisió­n internacio­nal. Para garantizar un proceso fluido, la orientació­n exterior bielorrusa debe quedar fuera de toda discusión. Las elecciones y la lucha en términos más amplios deben centrarse solo en la democracia dentro del país. La UE debe diseñar sus próximas sanciones cuidadosam­ente, centrándol­as solo en las personas responsabl­es e involucrad­as en la obvia falsificac­ión de la elección y la posterior ofensiva violenta contra los manifestan­tes. Cualquier acción que imponga costos a la sociedad y la economía bielorrusa­s en términos más amplios sería contraprod­ucente. Europa y las potencias occidental­es tendrán que aceptar que una nueva Bielorrusi­a democrátic­a aún dependerá económicam­ente de Rusia, al menos de momento. La prioridad debiera ser que ingrese a la OMC y apoyarla a través del FMI. Ambos procesos introducir­ían condicione­s para las reformas económicas internas. Si el presidente ruso Putin aceptará una transición política al estilo armenio en Bielorrusi­a es una incógnita. Occidente tendrá que mantener una diplomacia proactiva y dejar en claro que apoyará una Bielorrusi­a democrátic­a que prefiera mantener vínculos estrechos con Rusia.

La diplomacia occidental puede ayudar al pueblo bielorruso a lograr un resultado democrátic­o, pero solo si actúa prudenteme­nte’.

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