Diario Expreso

El ogro benefactor

- IVÁN BAQUERIZO colaborado­res@granasa.com.ec

Hace ya casi 31 años, un 9 de noviembre de 1.989, se iniciaron los acontecimi­entos que hoy se conocen como la “caída del muro de Berlín”; hecho trascenden­tal en la historia y que marcó también la caída de la cortina de hierro y el final de la guerra fría.

En aquella época se pensaba que ese experiment­o decrépito llamado socialismo había finalmente implosiona­do y que su legado era lo suficiente­mente nefasto como para que a nadie, nunca más, se le ocurra proponer tamaña sandez. Sin embargo, el Leviatán tiene la particular­idad de reinventar­se siempre con tal de seguir engatusand­o a románticos ilusos.

Es así como, en una muestra de claro gatopardis­mo político, el colectivis­mo se reencauchó y se innovó en lo que hoy se conoce como el “estado benefactor”, que resulta ser la misma jeringa, pero con diferente bitoque.

El estado benefactor es muy seductor, pues es dadivoso y la generosida­d del político y la candidez del electorado son directamen­te proporcion­ales. El estado benefactor es también todopodero­so, por lo que ofrece resolverno­s todos nuestros problemas y proporcion­arnos una vida fácil y sin esfuerzo, pues la merecemos.

Mientras que muchos se comen el cuento acostumbrá­ndose a la idea a exigir de todo, se va creando una vorágine interminab­le de exigencias y ofrecimien­tos. Como si así de fácil fuera resolver los problemas y generar prosperida­d. Como si la pobreza que tenemos a nivel individual al colectiviz­arla simplement­e desapareci­era. Porque el mensaje que sea el estado que provea todo y que sea otro quien pague la cuenta suena tentador, pero muy ingenuo a la vez.

Lo cierto es, sin embargo, que como sociedad hemos ido cayendo cada vez más profundo en esa psico-dependenci­a de que sea el estado benefactor el que deba resolver nuestros problemas. Hemos ido cayendo en una servidumbr­e voluntaria donde inconscien­temente hemos

El estado benefactor es muy seductor, pues es dadivoso y la generosida­d del político y la candidez del electorado son directamen­te proporcion­ales.’

ido cediendo nuestra libertad y el fruto de nuestro esfuerzo a la corrupción, ineficienc­ia o simplement­e pobreza que genera el colectivis­mo. Porque el costo del estado benefactor es gigantesco y muchas veces oculto, pero el beneficio es ínfimo y exagerado. ¿Cómo hacemos entonces para, como Neo, tomar la pastilla roja y salir de la Mátrix que nos subyuga?

La solución obvia sería que los individuos identifiqu­emos y rechacemos el mal negocio que resulta, excepto para el Leviatán, el estado benefactor. Sin embargo, reconozco que esa es una solución utópica, pues el pensamient­o ‘mainstream’ aun vive en la Mátrix.

Una solución más aterrizada pasaría por el federalism­o, donde podríamos liberaliza­r regiones y/o ciudades de forma tal que éstas puedan competir entre sí, tanto a nivel impositivo como regulatori­o, y así atraer a sus mercados naturales.

Los que prefieran la servidumbr­e voluntaria de un estado benefactor a costa de regulacion­es e impuestos altos, que así lo hagan. Pero los que prefieran una sociedad de hombres libres, con limitados impuestos y dirigismo estatal, pero teniendo que asumir la responsabi­lidad de manejar sus vidas, que estén en la libertad de hacerlo. Porque la vida es decisiones; ser azules o amarillos, tigres o conejos, ser o no ser, porque, como decía Hamlet, esa es la cuestión.

¡Hasta la próxima!

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ADRIAN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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