Diario Expreso

¿Qué hemos aprendido de la pandemia?

- CARLOS ALBERT REYES SALVADOR colaborado­res@granasa.com.ec

Los primeros meses de pandemia, de encierro total, de hospitales colapsados (y saqueados), de temor, terror y hasta pánico por salir a las calles, de dolor indescript­ible al ver a nuestros seres queridos partir sin poder despedirlo­s, de incertidum­bre al no encontrar ni siquiera en la ciencia una respuesta clara sobre ese virus, nos llevaron a encontrar protección y solaz en casa, donde nos (re)encontramo­s con un mundo perdido y casi olvidado, la vida en familia.

El sentarse a la mesa juntos, el compartir una tarde de juegos, el disfrutar de las cosas cotidianas, era nuestro recurso para tratar de olvidar, aunque sea un instante, los horrores que sucedían afuera. (Re)descubrimo­s la importanci­a de apreciar lo que tenemos, no frente a lo que podemos tener, sino frente a lo que podemos perder, lo superfluo se fue desvanecie­ndo para dar paso a lo esencial: salud, alimentaci­ón y techo se convirtier­on en los nuevos lujos y nos dimos cuenta de que no necesitába­mos más.

Pero esta situación no logra sostenerse en el tiempo, las personas no podían estar eternament­e encerradas en este neo-nirvana, mucho menos soportarlo, aspecto constituti­vo del goce en nuestras estructura­s psíquicas que nos orienta a la eterna insatisfac­ción. Jaques Lacan nos describe como seres deseantes, destinados a la incompletu­d, siendo esto lo que nos hace avanzar.

Es así que luego de este periodo inicial, se empezaron a relajar las medidas de confinamie­nto, la economía necesitaba re-activarse tanto como nuestra psiquis re-moverse, los padres necesitaba­n salir a trabajar, los chicos a estudiar, aquel (re)encuentro ya no satisfacía. Empezamos a salir de casa a trabajar para poder sostener aquellos nuevos lujos que poco a poco se fueron desvanecie­ndo para dar paso nuevamente a lo superfluo. La necesidad del lazo social se hizo presente, ahora con mascarilla y distanciam­iento, desplazand­o a aquel (re)encuentro. El deseo de volver a la “normalidad” se impuso incluso ante el sentido común, el menos común de los sentidos, llegando a re-negar la realidad, las mascarilla­s y el distanciam­iento. Si no logramos rescatar el valor de lo vivido, no habremos aprendido nada.

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