No me haga huelga, yo imploro me absuelva por la fallida venta del loro
En noviembre se cumplía quince años de casorio, y en aquel bendito día olvidé ese recordatorio.
Es por andar pensando sobre la venta del toro, res que estoy mercando a mi compadre Isidoro. Siendo lunes laborable me desperté lagañoso, ante negocio probable tenía un andar afanoso.
Apenas lanzó er gallo potente canto sonoro, mi Jacinta preparando café pasado y bollo. Fue tremendo banquete abundante y generoso, gustoso le metí diente aquel alimento sabroso. De Jacinta me despedí le dije vuelvo pronto, y apurado me dirigí en busca de Isidoro. Lo encontré reunido con su socio Bartolo, un hacendado venido del cantón Babahoyo. Saludando a los dos me dieron acomodo, palabreando del arroz era el tema de Bartolo. Siembra y producción la cosecha y acopio, en la comercialización ganancia queda poco.
Pa’ animar la conversa ordenó don Isidoro, traer de la despensa aquel guardado tesoro.
Narrando de esta vida de amores venturosos, apostando en la partida y a veces sin salir airosos. Los tragos se repartían sin ser muy cauteloso, a Isidoro esta bebida lo ponía más jocoso.
Pa’ la tertulia terminar lo conminé a Isidoro, la negociación cerrar con la venta del toro. Y él me supo contestar amigo soy supersticioso, de noche no se compra peormente hacer negocio. Entonces allí me despedí tomé er cruce pedregoso, estando medio jumo caí a gran barranco lodoso. Inconsciente así amanecí reponiéndome de a poco, hacia la casa me dirigí montando mi fiel brioso.
Mi Jacinta enfurecida al verme así fachoso, mi percance no creía sería cuento engañoso.
Como no llegué a tiempo ni me acordé del casorio, y siguiendo buen ejemplo realizó paro definitorio. ¡Quién! lo iba a imaginar por la venta de un toro, que nunca llegó a comprar el hacendado don Isidoro.
Está mi mujer molesta la vivienda en alboroto, a botarme predispuesta o cambiarme por otro. Por aniversario de casorio vamos a sacrificar al toro.