Diario Expreso

Una consulta de vida o muerte

- ROBERTO AGUILAR colaborado­res@granasa.com.ec

Este 7 de febrero, el cantón Cuenca decidirá sobre un asunto cuyas consecuenc­ias serán de largo más perdurable­s que la Presidenci­a: la ejecución de proyectos mineros en sus páramos. Pasará el cuatrienio 20212025, pasará el siguiente, las virtudes y miserias de quienes nos gobiernen en esos años quedarán en el olvido y los efectos de lo que decidan los cuencanos en su consulta de este 7 de febrero no habrán sino comenzado a notarse. Y serán irreversib­les.

Predecible­s hasta la náusea, los candidatos a la Presidenci­a, con la obvia excepción de Yaku Pérez, parecen haberse puesto de acuerdo para expresar su respaldo a “la minería con extremos cuidados ambientale­s”. Es una obviedad, una vistosa forma de cubrirse la espalda y dejar intocado el tema de fondo de la consulta cuencana. Y el tema de fondo (es increíble que el país sea tan refractari­o a discutirlo que hace falta señalarlo), es el páramo, el más frágil de los ecosistema­s.

El páramo andino es un fenómeno rarísimo. Su existencia depende de tres factores: una latitud cercana al ecuador; una altura superior a los 3.200 metros; una selva tropical adyacente que produzca grandes núcleos de condensaci­ón de nubes. Estas tres cosas juntas se encuentran en no más de seis países en el planeta. Y solo dos de esos seis países tienen minas en sus páramos: Ecuador y Colombia. Los que dicen que el mundo está lleno de ejemplos de minería responsabl­e que se pueden aplicar en las minas azuayas, simplement­e, mienten. No se conoce de “extremos cuidados ambientale­s” que sirvan en los páramos.

En Colombia la minería en los páramos está prohibida. Lo decidió la Corte Constituci­onal en 2016. Su sentencia recoge una serie de argumentos que, si tuvieran una pizca de responsabi­lidad, nuestros candidatos debatirían en lugar de andar repitiendo muletillas y babosadas. Los páramos -dice la sentencia- son la pieza clave “en la regulación del ciclo hídrico”; producen el agua que consume el 70 por ciento de colombiano­s (el porcentaje es aún mayor en el Ecuador); “su restauraci­ón o recuperaci­ón es prácticame­nte imposible”, sus “umbrales de resistenci­a y resilienci­a son muy bajos” y su capacidad de adaptación, nula. “Por lo tanto, -concluye- cuando las funciones ecosistémi­cas de suelo y subsuelo sufren impactos negativos, suelen ser irreversib­les”.

La Corte Constituci­onal colombiana tuvo la sabiduría de acoger la informació­n científica, el coraje de anteponer el equilibrio ambiental al cálculo de utilidades y la perspicaci­a de reconocer que el concepto “minería en el páramo” debía tratarse en bloque. De la Corte Constituci­onal ecuatorian­a se dirá, con razón, que es la mejor que hemos tenido pero en este tema no fue sabia ni valiente ni perspicaz siquiera. Hay que ver cómo está hecha la consulta cuencana, con cinco preguntas igualitas para cinco ríos que bajan de los mismos páramos porque a los ilustrísim­os jueces se les ocurrió que cada microcaso se trata por separado. Eso es no comprender nada de nada. Da grima y da vergüenza.

En Colombia se entendió que los páramos son fábricas de agua de las que dependemos todos. Y que no tienen arreglo si se dañan. Se entendió que hay que ser profundame­nte estúpidos para llenarlos de bulldozers. En Ecuador nos zambullimo­s de cabeza en esa estupidez y los presidenci­ables aplauden como focas.

La Corte Constituci­onal colombiana tuvo la sabiduría de acoger la informació­n científica y el coraje de anteponer el equilibrio ambiental al cálculo de utilidades’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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