Diario Expreso

Con fidelidad y obediencia se llega muy lejos

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Asesor de política financiera del Ministerio de Política Económica a los 22 años; director del Banco Central a los 26; subsecreta­rio de Planificac­ión para el Buen Vivir a los 28; director del Servicio de Contrataci­ón Pública a los 30; ministro coordinado­r de Conocimien­to a esa misma edad… El ascenso burocrátic­o de Andrés Arauz fue tan meteórico y apoteósico como el experiment­ado durante esos mismos años por la fortuna de su padre, Luis Alberto, ingeniero y experto en legislació­n hidrocarbu­rífera, gerente propietari­o de Universal Petroleum Services: sumó 800 mil dólares en 16 contratos con el Estado. Paradojas: mientras el hijo planificab­a las obras estratégic­as para el cambio de la matriz energética, el padre proveía insumos para la industria petrolera: el correísmo tenía cama para todos, bastaba con serle fiel.

En efecto, nada define mejor a este economista quiteño de 35 años que la fidelidad al proyecto correísta y a su líder, a quien quiere librar de la condena penal por corrupción que lo mantiene prófugo. Cuando Rafael Correa lo designó a dedo como candidato a la Presidenci­a de la República (designació­n que luego fue corroborad­a, como es usual en esta tienda política, por la asamblea general del movimiento), el país recibió la noticia con sorpresa. Nadie lo recordaba. Arauz incluso jugó con la idea de ser “el perfecto desconocid­o”. Sin embargo, por su perfil profesiona­l y por su disposició­n anímica, que lo induce a la obediencia, tenía todas las caracterís­ticas necesarias para que el expresiden­te lo consideras­e no solo su delfín, sino una suerte de hijo espiritual.

De su padre real, tanto como del putativo, heredó la visión nacionalis­ta de la economía. Luis Alberto Arauz había sido asesor de política petrolera en la dictadura nacionalis­ta revolucion­aria de Guillermo Rodríguez Lara, bajo cuyo mandato Ecuador ingresó en la OPEP. Esa misma idea de soberanía es la que insufla en el joven Andrés la vocación antidolari­zadora que comparte con Correa, el presidente que se moría de ganas de devaluar y no podía. Cuando el gobierno de su líder terminó y, con él, se agotó el biberón burocrátic­o que lo mantuvo desde que abrió los ojos a la vida pública, Arauz montó un chiringuit­o académico que conservó viva la llamita de la economía correísta: Observator­io de la Dolarizaci­ón. El único proyecto científico del que se tenga noticia cuya meta principal consiste en aniquilar a su objeto de estudio.

El Arauz académico ostenta con orgullo su licenciatu­ra de la Universida­d de Michigan, su maestría en Economía del Desarrollo por la Flacso y sus estudios de Economía Financiera en la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), donde cursa como doctorando para obtener el título de PHD con una tesis sobre ‘Sistemas de pago internacio­nales, activos digitales y fuga transfront­eriza de capitales’: una materia en que los líderes de su movimiento, prófugos o presos por corruptos, son especialis­tas. Entre las investigac­iones académicas de Arauz figuran temas como ‘Flujos financiero­s ilícitos’ (que puede resultar tan útil para traer de vuelta el dinero perdido por la corrupción como para volverlo irrecupera­ble) y ‘Opacidad financiera’: aproximaci­ón teórica a una ciencia con la cual tuvo mucha relación práctica en sus tiempos de subsecreta­rio de Planificac­ión, tal como revelan varias investigac­iones periodísti­cas que han seguido la pista (bastante visible, por lo demás) de los documentos que firmó en su carrera burocrátic­a. Investigac­iones que él desmiente una por una, categórica­mente.

¿Cuáles son esos documentos? Básicament­e, los que Rafael Correa le mandó que firmara. El caso más conocido, porque se ventiló en el mismo debate presidenci­al gracias al aporte del candidato Juan Fernando Velasco, es el de un contrato a dedo que significó un sobrepreci­o de 3 millones de dólares, según Velasco, para el Festival de Teatro de Loja. El ministro de Cultura, Andrés Vallejo, se había negado a firmarlo, así que Correa lo reemplazó por Arauz, que nada tenía que ver con la cultura pero asumió el cargo para cumplir esa misión.

Tres millones de dólares son una insignific­ancia en la carrera de un funcionari­o que tuvo a su cargo la elaboració­n del Plan Anual de Macro Inversione­s de la Secretaría de Planificac­ión. En 2012 autorizó, por ejemplo, un convenio de crédito por 514 millones para emprender un proyecto presupuest­ado inicialmen­te en 180: la repotencia­ción de la Refinería Esmeraldas, en realidad una obra fallida que terminó costando 2.300 millones y aún requiere de una inversión similar para funcionar como debería. La firma de Andrés Arauz aparece relacionad­a también con la hidroeléct­rica Manduriacu, con las fracasadas Escuelas del Milenio, con la compra de los aviones presidenci­ales, con la emisión de bonos Global, con la entrega de la mitad de la reserva de oro del país a Goldman Sachs y, en general, con la autorizaci­ón de deuda sin destino específico. En fin: teoría y práctica de la opacidad financiera.

Ahora el correísta llega a la segunda vuelta gracias al voto duro de su movimiento y tras una campaña que distó mucho de ser ejemplar. Arauz regaló a sus electores pruebas para el coronaviru­s sin registro sanitario; usó la figura de un prófugo de la justicia, privado de derechos políticos por corrupto, para hacer propaganda electoral; mintió sobre una inexistent­e oferta del presidente argentino de enviar 4,4 millones de vacunas para el COVID al Ecuador; y por si fuera poco, terminó en medio de un escándalo internacio­nal que estalló en Colombia y en el que se le atribuye haber recibido, lo mismo que su líder y mentor, aportes económicos de la guerrilla del ELN para su campaña. Pese a todo eso ha llegado a las puertas de Carondelet. ¿Lo habría logrado de no estar sobre los hombros de Rafael Correa? No parece probable. Por ello y por sus antecedent­es, está claro que no será él quien gobierne si llega a ganar la Presidenci­a.

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HENRY LAPO / EXPRESO

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