Diario Expreso

El barril de pólvora del día de elecciones

CRÓNICA. La presidenta del Consejo Nacional Electoral olvidó decir algunas cosas y ardió Troya. Un empate técnico pone al país en jaque

- ROBERTO AGUILAR aguilarr@granasa.com.ec ■ QUITO

Pidió que le pasaran el sobre con los resultados como si fuera la ceremonia de entrega del Óscar, donde los que anuncian los premios se enteran de la identidad del ganador al mismo tiempo que el público. Mantener esa apariencia de imparciali­dad le preocupó más que entregar datos fiables y, dentro de la cautela que exigen los conteos rápidos, concluyent­es. Proporcion­ó con exactitud el número de delegados de las organizaci­ones políticas (138.017) y los de observador­es internacio­nales (268) y nacionales (2.450). Explicó los detalles técnicos de la transmisió­n de datos, dónde se alojan, quién los procesa, cuántos criterios de estabiliza­ción de muestras se aplicaron. Se dio tiempo para agradecer, felicitar, sentirse orgullosa. Pero no se tomó ni un minuto para explicar cómo tenía que leerse el margen de error y apenas dejó caer, como si fuera irrelevant­e, el dato clave, decisivo, de que la muestra estaba incompleta. No dijo que los números que se disponía a entregar podían cambiar, como en efecto cambiaron, cinco minutos después. No subrayó que se trataba apenas de una estadístic­a. No advirtió, no previno, no evaluó. Solo pidió el sobre, lo abrió con parsimonia y despachó los números. Como en la entrega del Óscar. Y así fue como Diana Atamaint, presidenta del Consejo Nacional Electoral, hizo estallar el barril de pólvora del día de elecciones.

Siete centésimas: esa era la diferencia entre el candidato de Pachakutik, Yaku Pérez, provisiona­lmente en el segundo lugar, y Guillermo Lasso, de la alianza CREO-PSC, por el momento en el tercero: 20,04 a 19,97 por ciento. Un resultado tan provisiona­l y tan precario que el límite inferior de Yaku Pérez (el margen de error famoso del que la presidenta no dijo media palabra), era menor al límite superior de Guillermo Lasso. Tuvo que salir en Ecuavisa el vicepresid­ente, Enrique Pita, para explicarlo, entregar datos actualizad­os con 200 actas nuevas (según los cuales era Lasso quien llevaba ahora una ventaja de centésimas) y dejar sentado que se trataba de un “empate técnico”. Con esas palabras. “Solo el conteo oficial establecer­á quién pasa a la segunda vuelta”.

Pero Yaku Pérez ya estaba en la calle, encabezand­o un grupo de partidario­s y marchando hacia la sede del CNE, donde a esa hora no habría nadie, pues el centro de procesamie­nto se había instalado en un hotel al norte de la capital. Cuatro horas antes, los sondeos a boca de urna lo habían puesto por debajo de Lasso con una diferencia de tres a cuatro puntos. Y él, en conferenci­a de prensa ofrecida en la sede de su organizaci­ón política, con su amigovia Manuela Picq hablándole al oído, había rechazado esos resultados. Que sus observador­es desplegado­s en miles de juntas receptoras del voto a escala nacional lo colocaban en el primer lugar con el 40 por ciento de los votos, dijo sin inmutarse. Que los sondeos a boca de urna provienen de las encuestado­ras del banquero y del prófugo. Y que tenía noticias de dos intentos de hackeo desde China y Estados Unidos. ¿Hackeo de qué? ¿Por quién? No quedó claro hasta que lo entrevista­ron en La Posta. Entonces Manuela Picq, envuelta en su chal campesino con tupo de plata, explicó que los piratas habían programado un algoritmo que estaba transfirie­ndo a Xavier Hervas los votos de Pérez. No mostraron ni una prueba. Nomás dijeron que se enteraron por una llamada de la embajada de Estados Unidos.

De fraude venía hablando también el candidato correísta, Andrés Arauz, desde el minuto uno. Exactament­e desde las nueve y media de la mañana, cuando acompañó a votar a su abuela de 106 años y desplegó ante las cámaras un show empalagoso de ternura. Entonces dijo que su sistema de observació­n había detectado numerosas “incidencia­s” (segurament­e quiso decir incidentes, porque de incidencia­s está hecha la vida) y llamaba a sus votantes a mantenerse alerta. Más tarde, a las cinco, cuando se hicieron públicos los resultados de las encuestas a boca de urna que le otorgaban el primer puesto con el 36 por ciento de los votos, salió a festejarlo en público y aseguró que superaría esa cifra. El conteo rápido frustró sus expectativ­as: le asignó el 31,5 por ciento. Que son 38, deliró por tuit Rafael Correa, pero en su siguiente salida Arauz lució mucho menos pretencios­o y tomó la precaución de coquetear con Xavier Hervas, “joven con ideas creativas” con quien “estamos dispuestos a conversar”. Amarga victoria la suya.

¿Y Guillermo Lasso? Guardó silencio casi todo el día. A las fotos de Arauz con la abuelita había replicado con una suya rodeado de esposa e hijos. Luego esperó al anuncio de los resultados del conteo rápido. Entonces apareció convulsion­ado y tenso a pedir serenidad y expresar su optimismo: llevaba la procesión por dentro. Agradeció al Partido Social Cristiano, que básicament­e no le sirvió para nada: en alianza obtuvo un resultado peor que cuando se presentó solo. Tuvo la decencia de no hablar de fraude. Lo suyo es una derrota en toda regla y lo seguirá siendo aún si pasa a la segunda vuelta.

Aquí el único que mantiene la sonrisa es Xavier Hervas: el conteo rápido le adjudicó el 16,28 por ciento de los votos: una victoria insospecha­da que le abre las puertas al futuro. Fiel a su estilo, prefirió quedarse en casa y comunicars­e con sus seguidores por las redes sociales. Con la sonrisa impostada, la consabida actitud de buen rollito y un entusiasmo de diseño, apareció en pantalla sacando pechito de sus ‘likes’ y contestand­o preguntas de sus seguidores. Él, que tanto se diferencia de los otros porque no es político, sabe cómo conectarse con los jóvenes y tiene 184 mil seguidores en el Facebook. Salió a decir que todavía no ha decidido a quién apoyar en la segunda vuelta. No le parece obvio.

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API Atamaint. Con que los resultados le llegaran en sobre cerrado, cumplió.

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