Aerovía, Guayaquil desde el aire
Ese era el eslogan que esgrimió el Municipio cuando comenzó a hablar de la Aerovía. Proyecto ambicioso para que Guayaquil dé un paso al modernismo, al avance turístico y ofrecer a los usuarios de Durán un medio de transporte digno, aunque no económico. El proyecto incluía algunas paradas; la última, en la Ave. 9 de Octubre y Quito. Para lograrlo había que sacrificar algunos edificios, como la Casa de la Cultura del Guayas y la Corte de Justicia. Para darle belleza al entorno se ideó un parque, se adecuaron dos cafeterías. La construcción de esta última parada tapó el hermoso mural de Araceli Gilbert de la Casa de la Cultura y la entrada al edificio Induato. Ahí se aprovechó el espacio para una cafetería, con muchas objeciones y comentarios en contra. Pero nadie imaginó que esta parada de la Aerovía se convertiría en la venta de ‘tripa mishqui’, maduro asado con queso, churros y todo cuanto es posible encontrar en Macondo. Con mucho dolor y pena vemos los fines de semana la cantidad de vendedores informales que se la han tomado. De inmediato llega el pensamiento de que Guayaquil nunca dejará de ser pueblo grande. Ni con Aerovía ni sin ella los guayaquileños aprenderán a amar a su ciudad. Lo peor es que las autoridades municipales brillan por su ausencia. Los fines de semana la Policía Municipal parece que descansa. Indigna ver una obra majestuosa, invadida por la informalidad. Capítulo aparte merece ver cómo la dejan luego de un día de venta.