Diario Expreso

Aerovía, Guayaquil desde el aire

- Martha Valencia

Ese era el eslogan que esgrimió el Municipio cuando comenzó a hablar de la Aerovía. Proyecto ambicioso para que Guayaquil dé un paso al modernismo, al avance turístico y ofrecer a los usuarios de Durán un medio de transporte digno, aunque no económico. El proyecto incluía algunas paradas; la última, en la Ave. 9 de Octubre y Quito. Para lograrlo había que sacrificar algunos edificios, como la Casa de la Cultura del Guayas y la Corte de Justicia. Para darle belleza al entorno se ideó un parque, se adecuaron dos cafeterías. La construcci­ón de esta última parada tapó el hermoso mural de Araceli Gilbert de la Casa de la Cultura y la entrada al edificio Induato. Ahí se aprovechó el espacio para una cafetería, con muchas objeciones y comentario­s en contra. Pero nadie imaginó que esta parada de la Aerovía se convertirí­a en la venta de ‘tripa mishqui’, maduro asado con queso, churros y todo cuanto es posible encontrar en Macondo. Con mucho dolor y pena vemos los fines de semana la cantidad de vendedores informales que se la han tomado. De inmediato llega el pensamient­o de que Guayaquil nunca dejará de ser pueblo grande. Ni con Aerovía ni sin ella los guayaquile­ños aprenderán a amar a su ciudad. Lo peor es que las autoridade­s municipale­s brillan por su ausencia. Los fines de semana la Policía Municipal parece que descansa. Indigna ver una obra majestuosa, invadida por la informalid­ad. Capítulo aparte merece ver cómo la dejan luego de un día de venta.

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