Diario Expreso

Solo un detalle

- PAUL E. PALACIOS colaborado­res@granasa.com.ec

La contienda electoral generalmen­te tiene dos etapas: la primera, donde los candidatos tratan de venderse, y luego de los resultados, cuando empiezan a mostrarse como son realmente. La aspiración de los señores Lasso y Pérez por lograr pasar a segunda vuelta pesó mucho más que el interés de sus electores, y de quienes no votaron por el señor Arauz, para que se conforme una coalición en la segunda vuelta. Lo que parecía un acuerdo para que se establezca con transparen­cia quién había sido favorecido con el voto, aunque sea solo un voto más para llegar a la segunda vuelta, muy pronto se fracturó. Aquello no era difícil preverlo. De un lado la candidatur­a del señor Lasso, donde la tendencia de las urnas rezagadas en el conteo evidenciab­a una votación mayor, y de otro lado la posición del señor Pérez de percibir que, aún perdiendo, los votantes lo preferiría­n como contendor de Arauz en la segunda vuelta. Dicho lo anterior, algo que personalme­nte me impactó, fue la declaració­n del señor Pérez -sabiéndose legalmente perdedor- que invocó a la legitimida­d por encima de la legalidad, para imponerse sobre Lasso. Tal parecería que, abstrayénd­ose de cualquier acepción en el diccionari­o, invoca la razón del “porque a mí me parece”. Nos hemos acostumbra­do a que quienes no pueden invocar la ley en su respaldo tengan como último recurso “la legitimida­d”. ¿Quién dirime sobre lo legítimo? La persona que se toma el patio del vecino para que jueguen sus hijos a cuenta de que el vecino no tiene hijos. El ciudadano que se toma la casa del migrante a cuenta de que este se fue del país (a vivir no a estudiar). El caminante que se cogió un cuy del agricultor, a cuenta de que tenía dos. Total, bastará con calificar de legítimo el acto, y ya, la legalidad a segundo plano.

La victoria y la derrota son dos impostores, como diría Rudyard Klipling, pero si algo tienen ambas es que despojan a las personas de sus imágenes fingidas. El señor Pérez nos ha enviado un mensaje fuerte y claro: si gana las elecciones, las cosas se manejarán por lo que mejor le parezca, y las leyes serán solo un detalle.

Con frecuencia se invoca la legitimida­d como argumento de razón, cuando se agotó la razón y la legalidad’.

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