El alcalde que vuelve al correísmo para ganar tiempo
El alcalde de Quito vuelve al partido político que le permitió acaparar tantas frecuencias. Esta vez lo hace para comprar tiempo
Cada vez que un alcalde de Quito está en problemas, lo mejor que puede hacer es legalizar los asentamientos irregulares y los barrios clandestinos que le pongan por delante: la gratitud de la población beneficiada que suele llegar en esas ocasiones a bordo de buses costeados por el propio Municipio otorga una seguridad psicológica que no tiene precio. Cuando Augusto Barrera, en una capital conmocionada por las protestas, quiso demostrar a la oposición que el correísmo aún tenía base social en la ciudad, se puso a legalizar barrios. Cuando Mauricio Rodas, acosado por las denuncias de corrupción e ineficiencia, necesitó lavar su imagen ante la opinión pública, se puso a legalizar barrios. Fiel a esta tradición populista de la que se ha convertido en máximo exponente y sordo ante los reclamos de la Intendencia de Policía de Pichincha, ocupada en controlar los actos públicos masivos en tiempos de pandemia, el alcalde Jorge Yunda abrió esta semana las puertas del estadio de la Federación de Ligas para un espectacular, hiperbólico y, dentro de lo que cupo, multitudinario acto de legalización de barrios (en realidad una sesión ordinaria del Concejo Municipal en la que se aprobaron las ordenanzas respectivas). ¿Qué otra cosa puede hacer un alcalde procesado por corrupción, con prohibición de salir del país y grillete de vigilancia electrónica sujeto del tobillo?
Lo de este martes en el norteño barrio de La Ofelia fue una demostración magistral sobre los diversos usos que se le puede dar a una multitud. Yunda no solo tomó un baño de popularidad en momentos en que la suerte le da la espalda sino que además puso a la multitud como testigo de sus esfuerzos para vacunar a los quiteños contra el coronavirus. Él, que según la Fiscalía hizo un desastre con las pruebas, ahora quiere que le den vacunas. Lo exigió, envalentonado por el apoyo de las barras y encarnando su personaje de ángel sanador que salvó la vida de 50 mil quiteños (nadie sabe el porqué de cifra tan caprichosa), como quien lanza una advertencia: cada día que el gobierno deja pasar sin conceder la autorización al Municipio para importar y administrar vacunas, dijo, miles de personas corren riesgo de muerte.
A la multitud movilizada por el tema de los barrios y que guarda respetuosamente la distancia social en los graderíos luego de haberse apretujado de lo lindo en la puerta de entrada, todas estas cosas le parecen de lo más razonables. Ignora que se encuentra en medio de una operación política en la que a ella le toca representar el papel de moneda de cambio. Ahí está, para apuntalar al alcalde y recibir a esa misma multitud en transferencia, como si fuera un cheque político firmado al portador, el selecto grupo de concejales correístas. El movimiento político que hizo buenos tratos con Yunda en el negocio de las frecuencias de radio, lo volvió rico y luego lo puso en la Asamblea es, ahora que las cosas se le han puesto cuesta arriba, su única esperanza de terminar su período de gestión en una pieza. Yunda necesita ese apoyo para mantenerse a flote y al correísmo no le vienen nada mal esas multitudes ahora que encara una segunda vuelta en las presidenciales. Fue en el estadio de la Ofelia donde se operó el negocio.
No hubo quien desentonara: Luz Elena Coloma, Eduardo del Pozo, Bernardo Abad y otros concejales de oposición intuyeron que una convocatoria masiva, en un estadio deportivo y con buses de invitados en plena pandemia no podía traer nada bueno. Se perdieron el espectáculo de un alcalde que se saltó todos los protocolos de seguridad antivírica para pedir vacunas contra el virus; que puso en riesgo la salud de la gente para contarle lo mucho que él ha hecho para proteger su salud. Solo los correístas estuvieron ahí para hacer suyo ese delirio y acusar al gobierno de Lenín Moreno de distribuir las vacunas de acuerdo al “color de la sangre” (el hallazgo retórico fue del concejal Luis Reina) y de tratar de impedir que Jorge Yunda vacune “a los humildes”.
De correísta, el alcalde de Quito lo tiene todo, empezando por el grillete electrónico y la manera deportiva de tomárselo. Él personalmente se había ocupado de convertir la colocación de tan incómodo e infamante mecanismo de vigilancia en un espectáculo mediático: filmó un video y lo subió al Twitter con la siguiente declaración: “La mejor presea que he recibido por salvar más de 50 mil vidas”. En fin:
Paola Pabón 2.0. Eso de salvar a 50 mil personas tiene gracia viniendo de un funcionario a quien se le acusa, en realidad, de haber puesto en riesgo la vida de cien mil con pruebas defectuosas. “Persecución política”, se defiende Yunda echando mano de un clásico discurso que también es correísta.
En el corto plazo, la apuesta de Yunda por el correísmo (cuyo bloque de concejales suma nueve votos) lo mantiene a salvo de cualquier iniciativa para impugnarlo en el Concejo mientras dura el proceso judicial abierto en su contra por la Fiscalía. Pero si Andrés Arauz obtiene la Presidencia (objetivo al servicio del cual el alcalde de Quito parece dispuesto a poner toda su capacidad de movilización y convocatoria, que no es poca) la ganancia será mucho mayor y tiene que ver con lo que ha sido, hasta el momento, la mayor piedra en su zapato: el metro. Un gobierno que le deba favores en la capital podría ayudar a Yunda a subsidiar el servicio y mantener intacta la tarifa del transporte público.
Yunda no ha dado un palo al agua con la obra de infraestructura más importante de la historia reciente de la capital. Simplemente, no sabe qué hacer con ella. La obra física está casi lista pero el sistema de gestión, en veremos. La empresa Metro de Quito, de cuyas reuniones de directorio el alcalde no quiere saber nada, había propuesto a fines del año pasado un modelo de concesión del servicio disfrazado de alianza estratégica que fue rechazado por los organismos financieros multilaterales. El gerente que propuso ese modelo ya no está pero el alcalde continúa ausente del problema. Cada vez que el Concejo se dispone a discutir el tema del metro, Yunda suspende la sesión. O recibe una llamada telefónica, se retira y no vuelve. El Zoom le facilita la vida. Su conducta se convirtió en un chiste. Quizás esta nueva alianza con el correísmo que acaba de sellar de cara a la segunda vuelta le ayude con ese problema. Por lo menos, ya no necesita huir de las sesiones. Prefiere convertirlas en actos de masas.
EXIGENCIA
El hombre que, según la Fiscalía, hizo un desastre con las pruebas para detectar el coronavirus, ahora quiere que le den vacunas. Para vacunar a los humildes, dicen.
ESTRATEGIA
En el corto plazo, la apuesta de Yunda por el correísmo lo mantendrá a salvo de cualquier intento de impugnación en el Concejo mientras dure su proceso judicial.