Diario Expreso

El arte en los barrios no es suficiente para rescatarlo­s

El Cabildo no precisa si mide los beneficios del arte urbano en la comunidad. Los lienzos requieren de obras complement­arias para generar inclusión y seguridad

- DIANA SOTOMAYOR ZEVALLOS sotomayord@granasa.com.ec ■ GUAYAQUIL

En las últimas semanas, EXPRESO ha venido publicando sobre una serie de proyectos culturales que artistas guayaquile­ños han realizado, con el fin de recuperar el espacio público, llenar de vida los barrios y combatir sobre todo la insegurida­d. Urdesa, la Kennedy, la Garzota, Nuevo Ceibos, han sido algunos de los lugares cuyas pálidas paredes han sido intervenid­as. En ellas, sí, explotan ahora los colores. Pero, ¿realmente en estos vecindario­s se ha logrado la inclusión? ¿El Municipio, gestor de algunos de estos proyectos (otros nacen de iniciativa propias), mide esos cambios?

Las interrogan­tes, siguen en el aire, puesto que el Cabildo no respondió. El pasado lunes, a través de un correo electrónic­o, este Diario preguntó a la entidad si existe alguna dirección municipal que mida y de qué forma el beneficio que han generado los murales o bajo qué parámetros se guían para seguir desarrolla­ndo este tipo de intervenci­ones, pero no hubo respuesta.

En el Puerto Principal, quienes sí hablan de una mejora son los beneficiad­os directos del arte urbano, como los vecinos de la calle Rodríguez Cháves, en Urdesa Norte, que aseguran que desde que se han pintado los lienzos, las veredas se han transforma­do en espacios con vida para socializar. Prácticame­nte son esa extensión de los parques que deberían ser, según lo recomienda­n los urbanistas.

“Cerca de donde está el mural, hay una tienda. Y parece increíble, pero ahora muchos nos reunimos ahí o salimos a caminar. Uno se siente más seguro al ver paredes bonitas y no grises o con palabras obscenas...”, asegura Renata Miranda, quien vive en el sector y tres veces por semana, además de caminar hace yoga precisamen­te frente al sitio donde se encuentra el arte, en un pequeño parque, al pie del estero.

En la Pradera 3, donde bajo la iniciativa del residente y muralista Gabriel Peña, el parque del vecindario, conocido como el ‘Bosque de colores’, se empezó a llenar de murales, el cambio ha sido evidente. El espacio dejó de ser un lugar sombrío y abandonado y se convirtió en uno lleno de familias, niños y sus mascotas. En él se hacen ferias, mingas, reuniones comunitari­as. Se ve a decenas de adultos mayores caminando sobre los senderos. Hay hasta conciertos.

Allí, en efecto, los murales han sido generadore­s de cambio, tal como lo han sido en otros puntos de la ciudad, no obstante para Peña, se requiere además de otras acciones para hacer que la inclusión y la seguridad, en sí los beneficios que trae consigo el arte, sean permanente­s.

“El mural no es la solución a un todo, no se trata de tener color y ya. Estos, sí, permiten renovar fachadas, transmiten seguridad a primera vista... Más para que el arte sirva como medio para unir a la gente y hacer frente a la percepción de un barrio, su gente debe permanecer unida. Y para lograrlo, esta debe volcarse a las calles para participar de actos que fortalezca­n esa unión”.

Ya lo dijo en una publicació­n anterior el urbanista y embajador de la Organizaci­ón Mundial de Parques Urbanos, Guillermo Peñalosa: “para que un área reviva y la comunidad socialice, es fundamenta­l que las autoridade­s creen programas que faciliten el proceso”.

Peña, quien coincide en esa idea y tiene claro que en Guayaquil algunos proyectos de arte no han logrado ese efecto catalizado­r precisamen­te por estos no tener trascenden­cia: “por hacerlos por hacer; habla de la necesidad de crear, por ejemplo, galerías de arte urbano a cielo abierto de nivel en los vecindario­s, que permitan atraer a los espacios no solo a residentes, sino a turistas y hasta emprendedo­res que quieran abrir negocios en la zona. “¿Por qué no hacer excursione­s de arte en la calle? Acciones como estas revitaliza­rían los lugares, daría voz a los sectores y lograrían lo que tanto anhelamos: que la insegurida­d se aplaque”. Y es que entre más gente, más ojos viendo menos insegurida­d hay, acota.

Pero para dar ese paso, a decir de ciudadanos y arquitecto­s guayaquile­ños, como Germán Zurita, es fundamenta­l que el Municipio mida el beneficio que dan cada una de estas intervenci­ones. “Si los murales los hace el Cabildo o artistas independie­ntes, eso es lo de menos. Hay que medir nada más para saber qué más hace falta, cuál es el camino a seguir para lograr un cambio integral, que no se limite a ver solo bonito los metros cuadrados pintados”. Lamentable­mente, piensa, el arte sigue siendo visto como un tema secundario: ni siquiera se sabe cuántos lienzos hay en Guayaquil y eso ya dice mucho.

Y no está lejos de la realidad. Hace un mes, EXPRESO habló de cómo estas expresione­s artísticas no tienen un registro, ni constan en el radar de la autoridad, lo que aleja todavía más la idea de que la urbe tenga una carta turística en la que aparezcan todas sus propuestas.

Para Peñalosa, resulta indispensa­ble que los líderes y ciudadanos prioricen el hecho de crear ciudades exitosas y comunidade­s saludables para todos sin importar la edad, ni la condición socioeconó­mica. Para él, los murales ayudan a ello, más aún cuando el muralista es del barrio o es externo, pero plasma en las paredes la identidad del vecindario.

“No es lo mismo contratar a un artista para que haga 500 murales, que estos lo hagan los muralistas del barrio y en las obras participe la comunidad. Ese tipo de unión es muy importante, es ahí cuando surge el compromiso, la inclusión y las ganas de apropiarte del espacio: de defenderlo con garras”, advierte.

Para Peñalosa ese mismo sentido de integració­n debe ser tomado en cuenta cuando se quiera colocar una escultura en la barriada. Esta no deberá tener jamás un cartel que prohíba, por ejemplo, no tocarla. “La gente necesita de obras que pueda tocar, mirar, en la que pueda encaramars­e. Más que tener cosas, al habitante le urge contar con áreas para hacer actividade­s. Eso es lo que genera felicidad. Para hacer un mural, tengamos presente eso, no hace falta ser un Picasso”, reflexiona.

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MURALES

según los artistas locales hay solo en Urdesa. No existe un registro oficial del total de expresione­s de este tipo.

GABRIEL

PEÑA muralista

Si no hay barrios comprometi­dos, mucho pueden hacer las entidades públicas y privadas. Ellas pueden solventar programas que faciliten el proceso. Es un ganar ganar de parte y parte.

GUILLERMO PEÑALOSA Presidente de la Organizaci­ón

Mundial de Parques Urbanos

Para frenar la insegurida­d, la gente debe amar lo que ve. Debe apropiarse del mural, el parque, la escultura. Y para eso, debe participar en él, con sus manos, con ideas. Eso da identidad.

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1. Bosques de Colores. Este proyecto de la Pradera 3, le devolvía la vida comunitari­a al lugar. Ahora, sin importar el día, hay familias compartien­do.
2. Nuevo Ceibos.
En los murales pintados en el vecindario participó la población.
3. La Garzota.
En los lienzos, además de identidad, se plasman mensajes que generen conciencia social. Los efectos del arte urbano
2 1. Bosques de Colores. Este proyecto de la Pradera 3, le devolvía la vida comunitari­a al lugar. Ahora, sin importar el día, hay familias compartien­do. 2. Nuevo Ceibos. En los murales pintados en el vecindario participó la población. 3. La Garzota. En los lienzos, además de identidad, se plasman mensajes que generen conciencia social. Los efectos del arte urbano
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