Diario Expreso

205 páginas para el basurero del caso ISSPOL

El informe de la Asamblea es tan inservible que sus firmantes no han querido ni publicarlo. Ocho meses de trabajo para nada

- ROBERTO AGUILAR aguilarr@granasa.com.ec ■ QUITO

Es un informe fallido. Probableme­nte el peor del periodo parlamenta­rio que está por terminar, lo cual no es decir poco. A tal extremo que sus firmantes, los miembros de la Comisión de Soberanía, Integració­n, Relaciones Internacio­nales y Seguridad Integral, presas quizá de un explicable sentimient­o de bochorno, han preferido no publicarlo, no enviarlo al Pleno para su conocimien­to, no distribuir­lo entre el resto de legislador­es, no anunciarlo siquiera. De hecho, nadie lo conoce. Hasta la cuenta de Twitter de la Comisión, que en circunstan­cias normales recoge puntillosa­mente cada detalle de cada sesión de trabajo, omitió toda noticia de esta, la que estaba llamada a convertirs­e en una de las más importante­s del año: la sesión del 29 de abril, en la que se aprobó, con diez votos a favor y solo uno en contra, el titulado “Informe de fiscalizac­ión sobre el presunto manejo irregular de inversione­s del Instituto de Seguridad Social de la Policía Nacional”. El caso Isspol, ni más ni menos. Tardaron ocho meses en parirlo y ahora prefieren guardársel­o porque no sirve, literalmen­te, para nada: no toca a nadie, no incomoda a nadie, no descubre un solo hecho o dato relevante y está plagado de imprecisio­nes.

Son 205 páginas de redacción tan deficiente que se torna incomprens­ible, con 66 conclusion­es (o 65, o 72, según se considere la versión que se envió a los integrante­s de la Comisión, la que se leyó en la sesión o la que apareció más tarde) y 33 recomendac­iones, entre las cuales figura la de enviar el informe a la Fiscalía y a la Contralorí­a. Pero, ¿qué utilidad puede tener ahí un documento cuyos redactores (el presidente de la Comisión, Fernando Flores, y su equipo de trabajo) no entendiero­n ni siquiera los conceptos elementale­s del caso?

Incursiona­r en las honduras del mercado de valores sin conocer cuestiones tan básicas como las funciones de los organismos de control; afirmar, por ejemplo, que la Superinten­dencia de Compañías supervisa al Banco Central; confundir las figuras de custodio y estructura­dor de operacione­s; de ente controlado­r y ente gestor; omitir detalles importante­s sobre la operación de las casas de valores involucrad­as; hablar confusamen­te de una coordinaci­ón entre ministerio­s sin describir en qué consiste... Hasta la tarde del viernes, este Diario trató de comunicars­e con el asambleíst­a Flores para preguntarl­e el origen de estas inconsiste­ncias que desacredit­an su informe, pero su teléfono permaneció apagado.

Esta historia comienza en septiembre del año pasado con un gran equívoco: la decisión del Pleno de la Asamblea de encargar la investigac­ión del caso Isspol a la Comisión de Soberanía y Relaciones Internacio­nales. ¿Por qué a ella? ¿Por qué no a la de Fiscalizac­ión, que tiene protocolos establecid­os para el control político y donde se habría fijado un plazo razonable para emitir un informe? ¿Por qué no a la Comisión de los Derechos de los Trabajador­es y la Seguridad Social, cuyos integrante­s se supone están más enterados de los temas relacionad­os con fondos previsiona­les? ¿O a la de Régimen Económico, por último, con su equipo de especialis­tas en finanzas públicas? “No

quiero pensar mal -reflexiona el asambleíst­a César Carrión dando a entender exactament­e lo contrariop­ero se disolvió la importanci­a del tema”. Él tenía listo un pedido para que las autoridade­s implicadas en el caso Isspol comparecie­ran

ante el Pleno. Pero Fabricio Villamar se le adelantó con una propuesta para que fuera la Comisión de Soberanía la que se hiciera cargo del tema. Y así fue. Tanto Villamar como Carrión son miembros de esa Comisión. Carrión,

coronel de Policía al fin y al cabo, fue el único que votó en contra del informe.

A lo largo de ocho meses de revisar documentos y recabar testimonio­s, la Comisión acumuló suficiente informació­n para establecer, cuando menos, indicios de responsabi­lidad política y, sobre todo, un esquema básico sobre el tipo de operacione­s fraudulent­as materia de la investigac­ión. Pero no hizo ni lo uno ni lo otro. El informe recoge, por ejemplo, la comparecen­cia del ministro de Gobierno Patricio Pazmiño, del 22 de febrero, quien explicó claramente el esquema de negociació­n irregular de bonos a través de Citibank, pero no considera esa informació­n ni para el análisis ni para las conclusion­es. Del mismo modo, la Comisión conoció una serie de indicios que resultan compromete­dores para el Ministerio de Finanzas (la certeza de que Citibank debió contar con su autorizaci­ón para realizar esas operacione­s; la carta en la que el director de esa institució­n financiera, Robert Pollack, se lo confirma a la ministra María Paula Romo...), pero en lugar de seguir esas pistas decidió, simplement­e, abandonarl­as. Y cuando el subsecreta­rio de Financiami­ento Público, Francisco Hidalgo, incumplió su ofrecimien­to de enviar una copia de los acuerdos entre Finanzas y el Citibank, que habría bastado para aclarar el asunto, la Comisión no solo que no insistió sino que omitió este detalle del informe, como si fuera irrelevant­e: Hidalgo no aparece ni siquiera mencionado.

En resumen: tras ocho meses de supuestas investigac­iones, la Comisión parlamenta­ria no pudo o no quiso entender la dimensión del esquema de corrupción que tenía por delante, sus ramificaci­ones internacio­nales, sus implicacio­nes financiera­s. Trata un sistema de lavado de dinero como si fuera un simple fraude de caja chica. Como si la justicia de Estados Unidos no hubiera ya descubiert­o de qué va la cosa. Y concluye con generaliza­ciones tan inservible­s como la de afirmar que “cada ente de control no ha realizado a cabalidad con cada una de sus funciones”. Obvio. Pero ¿cómo?, ¿quiénes?

Patricio Rivera, José Serrano, Soad Manssur... Comandante­s de Policía, ministros de Finanzas y de Gobierno, superinten­dentes de Bancos y de Compañías... Los nombres que al coronel César Carrión se le vienen a la cabeza y que no están señalados en el informe con indicios de responsabi­lidad política (que para eso sirve un “informe de fiscalizac­ión”) son numerosos y, en algunos casos, evidentes. Ni siquiera se preocupó la Comisión de establecer una lista de funcionari­os que ocuparon los cargos relacionad­os con el caso durante el periodo investigad­o. La que preparó Carrión no fue incluida en el informe. Así que ocho meses de recabar testimonio y juntar documentos sobre el esquema de corrupción más descomunal y sofisticad­o de los últimos tiempos conducen a esto: a un informe que no sirve para iluminar el caso, pues el periodismo ha descubiert­o más; ni para que los ciudadanos se orienten, pues no se publicará; ni para que el Pleno de la Asamblea tome decisión alguna, pues no lo conocerá; ni para que la Fiscalía lo use como insumo, pues no dice nada que ello no sepa. El informe sobre el caso Isspol de la Comisión de Soberanía, Relaciones Internacio­nales y Seguridad de la Asamblea es el digno colofón de una legislatur­a desprestig­iada: ocho meses de trabajo para nada.

PERFIL BAJO

Ocho meses de comparecen­cias concluyero­n en la elaboració­n de un informe que no será enviado al Pleno y que la mayoría de asambleíst­as ni siquiera conoce.

RARA ELECCIÓN

El Pleno de la Asamblea encargó la investigac­ión del caso Isspol a una comisión, a primera vista, poco apropiada: la de Soberanía, Relaciones Internacio­nales y Seguridad.

 ?? CORTESÍA ?? Desacuerdo. Fernando Flores, René Yandún, César Carrión y la secretaria de la Comisión de Soberanía. Carrión fue el único que se opuso al informe.
CORTESÍA Desacuerdo. Fernando Flores, René Yandún, César Carrión y la secretaria de la Comisión de Soberanía. Carrión fue el único que se opuso al informe.

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