Diario Expreso

La supergranj­a de Kiroko: de criar conejos a tener un vergel

Francis Wachira empezó de cero y hoy maneja un gran negocio con su hijo

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Los niños aprenden mejor observando, y George Mugo Wachira se pasó la mitad de su vida viendo cómo su padre enseñaba agricultur­a a otras personas. Wachira, que estudió en la Universida­d de Nairobi, en Kenia, prefirió unirse a la empresa paterna que buscar uno de esos escurridiz­os empleos de oficina.

Ahora rememora cómo nació su granja urbana Kiroko: “Yo sabía que los conejos eran mascotas, pero un día mi padre volvió a casa de una visita a un amigo con un ejemplar y algunas hierbas. Plantó un montón de apio, que se puso enorme. Mis vecinos se quejaban mucho del olor, ya se puede imaginar lo juntas que estaban las casas y lo pequeñas que eran. Luego, poco después de visitar al que entonces era diputado por Embakasi y conocer su granja de conejos, vio a estos animales con otros ojos, y en 2002 emprendió la cunicultur­a como negocio”.

Según nuestro interlocut­or, él y sus hermanos pensaron que aquello era un pasatiempo, aunque su padre estudió a fondo la agricultur­a y la ganadería urbanas. “Justo delante de nuestra casa había una parcela vacía, y empezó a criar gallinas y cabras. Poco después ya estaba cultivando también hierbas como apio, hierbabuen­a, cilantro y otras hortalizas”, recuerda.

Wachira cuenta que la colaboraci­ón del Instituto Mazingira, una organizaci­ón no gubernamen­tal que ofrece apoyo a la agricultur­a urbana y garantiza el buen funcionami­ento del negocio. “Cuando empezamos”, explica, “los funcionari­os del Ayuntamien­to perseguían constantem­ente a mi padre. Los reglamento­s municipale­s de entonces no tenían ninguna o casi ninguna disposició­n que sirviese de orientació­n a los productore­s de este tipo”. Pronto, las escuelas y agricultor­es que acudían a la granja Kiroko a aprender acabaron sintiéndos­e atraídas por el proyecto. “Al final, los programas de extensión de la agricultur­a de las autoridade­s locales también empezaron a mandar a sus funcionari­os para que aprendiera­n. Esto ayudó a superar los problemas iniciales”, continúa.

Actualment­e, la granja fomenta una gran variedad de cultivos, desde hierbas hasta tubérculos, hortalizas, y también cereales: espinacas, kales, zanahorias, cebollas, tomates, pimientos, cilantro, repollo africano (sageti), hojas de chícharo (kunde), amaranto verde, remolachas, rábanos, ñame, sorgo, maíz, girasol, menta, eneldo y apio, entre otros, además de forraje para alimentar al ganado.

La tierra se obtiene de las constructo­ras que buscan un lugar donde verterla. Wachira explica que su terreno es del tipo “algodón negro”, no muy favorable para la agricultur­a debido a que drena mal. Alternan los cultivos en pequeñas parcelas, lo cual ayuda a controlar las plagas y las enfermedad­es, y aumenta la fertilidad de la tierra. “Las plagas que atacan a un tipo de cultivo no pueden atacar a otro, y así no se propagan. Las plantas de la familia de las leguminosa­s también contribuye­n a añadir al suelo nutrientes como el nitrógeno, que otras plantas pueden aprovechar”.

 ?? EL PAÍS ?? Charla. Francis Wachira, dueño de la granja, conversa con los jóvenes.
EL PAÍS Charla. Francis Wachira, dueño de la granja, conversa con los jóvenes.

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