Diario Expreso

Punteros derechos muy rápidos, y con apodos

- Jorge Delgado Guzmán e-mail: jorgedelga­doguzman31@gmail.com

La caracterís­tica del fútbol, estoy seguro de que, en todo el mundo, ha sido la velocidad de los punteros o aleros. Hoy, después de rebuscar en nuestros recuerdos, esta condición física muy usual en nuestro fútbol se hizo presente en los equipos que participab­an en campeonato­s locales.

Ya en la época en que mi señor padre “Don Geo”, las oficiaba de arquero del Patria y también del Italia, me relataba el caso del puntero derecho conocido como El Chileno Vélez, del Panamá, y quien, gracias a su velocidad, era capaz de lanzar un centro y llegar él también a un posible remate.

Conocí a muchos y jugué contra ellos, quienes, gracias a su habilidad y rapidez, hacían las delicias de los asistentes al estadio Capwell. Víctor Arteaga, del Norteaméri­ca, tenía el apodo de El Venado, realmente un relámpago y que podía centrar sobre la marcha con gran facilidad. En el Patria estaba Nelson Áurea, su mote era Platillo Volador. Era muy difícil impedir su jugada con miras a la cabeza del delantero de su equipo. En el Everest, Pedro Gando era Camberra, nombre de los aviones ingleses que en esos momentos eran los más veloces del mundo. Gracias a sus formidable­s condicione­s fue contratado por el Millonario­s de Colombia en donde jugó varias temporadas haciendo valer su apodo, y por supuesto, su gran calidad.

Marcos Spencer, del Everest, era Colectivo, siempre lleno de sorpresas y bromeando con quien tenía la difícil tarea de marcarlo. En Emelec, José Vicente Balseca, El Loco, se daba el lujo de llamar a su marcador para disputar el balón. Una sonrisa y una broma casi siempre terminaban el aparente “duelo” con su rival. Carlos Cañola en Valdez lo apodaron Ventarrón. Hábil, escurrido y preciso en los centros. Y en Barcelona José ‘Sin Motivo’ Jiménez, era otro de los que podía centrar sobre la marcha sin perder velocidad, ni tampoco la sonrisa.

En los aficionado­s, muchas partes de este relato los hará recordar las inolvidabl­es noches de nuestro pequeño, pero muy acogedor estadio Capwell, que también tenía apodo, La Caldera.

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Recuerdo. José Vicente Balseca, un inolvidabl­e del fútbol.
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